domingo, 15 de febrero de 2015

Sin deprimirse tras las fiestas

Desde que despertó, Alberto comenzó a sentir una mezcla de preocupación, decaimiento y nostalgia a la vez, todo un contraste de emociones comparado con la algarabía que experimentó en los días de fiesta de la víspera. Su casa, invadida por el jolgorio minutos antes, se veía ahora desolada a la vista de este joven de 18 años, lo que aumentaba más su languidez.

Hay hombres y mujeres que luego de un periodo de gran júbilo se ven abatidos por lo que algunos llaman depresión ‘pos-party’ (o depresión posfiesta), que se presenta, a menudo entremezclada con la resaca, recuerdos, culpas o remordimientos, según coinciden en afirmar algunos sicólogos.

Ese es un término utilizado en la vorágine del día a día de la sociedad posmoderna, afirma la sicoanalista Arminda Carrasco.
Según su explicación, la depresión ‘pos-party’ toma su nombre como sinónimo de la conocida ‘depresión posparto’, etapa que muchas mujeres atraviesan al dar a luz y que se manifiesta con tristeza, temor, ansiedad y otros sentimientos negativos que parecen no tener sentido en un momento que debería disfrutarse con dicha.

En ambos casos, ese desánimo se presenta con connotaciones físicas, hormonales y emocionales y su impacto varía de persona a persona.

Volviendo a la cotidianidad
“El fin de la fiesta obliga a la persona a retornar a su realidad, es decir a su cotidianidad y eso puede generar diversas reacciones”, afirma Carrasco.

De acuerdo con la opinión de esta profesional, el caer o no en la depresión va a depender exclusivamente de la capacidad de sobrellevar o sobreponerse a las adversidades que le toca enfrentar a cada persona una vez todo vuelve a la normalidad.

Frente a ello recomienda darse un tiempo y discernir con cautela esa sensación buscando hacerse una autoevaluación.

“El saber a qué se debe eso que sentimos, nos será de gran ayuda. En otras palabras hay que vivenciar la depresión, y permitir que nuestro organismo se equilibre nuevamente después de esa excesiva descarga de adrenalina y de los excesos en los que se ha incurrido”, puntualiza Carrasco.

En ese sentido, dice que si a uno se le antoja dormir un poco más hay que hacerlo. Asimismo, se recomienda cuidar la alimentación e ingerir bastante líquido (agua de preferencia).

“Las consecuencias van a depender exclusivamente de la persona, pues si no se resuelve la resaca o depresión ‘pos-party’ en uno o dos días, podríamos estar hablando ya del trastorno tipificado como depresión y en ese caso es necesario buscar ayuda profesional”, alerta esta sicóloga.

Se acostumbra decir, hay que disfrutar las fiestas con moderación y sin excesos”. Carrasco le agrega dos consejos más: “con responsabilidad y conciencia”. “Siguiendo ese camino no tropezaremos con las culpas, remordimientos ni ninguna depresión pues disfrutaremos cualquier festejo en su plenitud, totalmente conscientes”, puntualiza.

El desánimo
“Luego de haber planificado esta gran celebración durante un mes, me sentí triste cuando acabó”, cuenta María, al día siguiente de su fiesta de cumpleaños.

Esa sensación de desánimo que algunas personas experimentan después de que termina la jarana que habían estado anhelando tanto puede tener varios desenlaces.

Mientras algunas personas pueden decir que tienen todavía muchas energías para seguir pasándola ‘bomba’, otros simplemente se dejan absorber por la soledad y la desazón.

“Es similar a lo que sucede cuando estás deseando mucho probar un buen postre, lo disfruta al máximo y luego se acaba”, señala el blog Psicólogos Perú y añade que la depresión ‘pos- party’ puede venir acompañada con remordimiento y dolor como resultado de haberse sobreexcedido la noche anterior.

El riesgo de los excesos
La aflicción del día después de los excesos festivos puede ser mayor si debido al alto consumo de alcohol la persona no recuerda nada de lo que hizo.

Una serie de interrogantes invaden de inmediato la cabeza y emerge un creciente sentimiento de pesadumbre. “Algunas personas que están en esa situación se cuestionan o tratan de averiguar sobre lo sucedido y es ahí donde se desatan más sentimientos negativos”, observa por su parte la sicóloga Liliana Zabala.

En criterio de esta experta, si no se mantiene el equilibrio al momento de disfrutar un momento festivo, puede devenir en culpas, arrepentimientos, depresión, angustia ansiedad, desánimo, hasta llanto.

“Ciertas personas incluso optan por dejar de comer porque creen que los excesos cometidos implican demasiada ingesta de calorías, por lo tanto ingresan en una inanición profunda que la familia muchas veces tiene que intervenir. Otros incluso pueden llegar hasta los hospitales por los excesos”, advierte Zabala.

Esta sicóloga analiza los cambios de comportamiento que se observan generalmente en momentos de larga algarabía.

“Cuando el alcohol llega al cerebro en grandes cantidades, estamos gobernados por el ‘ello’, que es la instancia síquica instintiva. Por eso muchas veces escuchamos decir a la gente que quiere tomarse unos tragos para ‘agarrar valor’. Todo aquello que está reprimido en el inconsciente se libera con el alcohol. Así la timidez, los prejuicios, los tabúes dejan así como la pulsión sexual y hasta la agresividad se liberan de sus ataduras y afloran con fuerza”, reflexiona.

Aclara, sin embargo, que no todas las personas caen en los excesos por lo que logran disfrutar al máximo de la diversión y levantarse con los mejores ánimos al día siguiente.

Responsabilidad individual
La conclusión es clara, y todo se reduce a la responsabilidad individual, indica una publicación del portal Confidencial.com que da consejos para ahuyentar la depresión después de las fiestas y de esa forma no tener que lamentarse a la mañana siguiente.

“Cuanto más responsables de nuestras acciones seamos, menos culpa sentiremos”, resalta.

Según los especialistas en sicología, así como uno se permite comer algo fuera de la dieta algunas veces, beber una copa de más o gastar un poco de dinero extra, se puede dar también rienda suelta a la diversión sin perder todo el control.

En caso de que resulte difícil mantenerse al margen de las tentaciones, aconseja tomar ciertas precauciones. “Cuanto menos podamos hacer para cambiar el curso de los acontecimientos, peor nos sentiremos. Por lo tanto, la solución es tan sencilla como difícil de lograr: simplemente, hay que tomar las decisiones correctas. O, al menos, sentir que hemos hecho lo que hemos podido. Para ello, la claridad mental es un aliado insustituible”, enfatiza.

Si uno ya no puede hacer nada, debe aprender de los errores. “Si vuelves a tropezar con la misma piedra, toda esa culpa no habrá servido.
Por lo menos, que el sufrimiento te lleve a saber dónde están tus límites”, enfatiza Confidencial.com

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