domingo, 3 de agosto de 2014

Desahogarse, alivio necesario

Lo único que María quería era llegar a casa, encerrarse en su cuarto y llorar. Ante sus familiares y amigos lucía un forzado rostro sonriente pero por dentro estaba derrumbándose de la angustia.

Y es que, además de los problemas del trabajo que se habían intensificado en las últimas semanas, acababa de sufrir una decepción amorosa que echó por tierra sus largos días de felicidad. Para ella, llorar era una forma de desahogarse y de aliviar en algo su carga de dolor.

Los sicólogos consideran que es importante sacar a flote de alguna manera los sentimientos de tristeza, dolor, decepción, fracaso, duelo, impotencia u otra experiencia negativa que uno llega a padecer en su vida para no dejarse consumir por la depresión, el rencor o el odio.

El llanto es solo uno de los medios de desahogo, pero también puede ser de gran ayuda conversar con alguien de confianza, buscar un retiro voluntario para reflexionar, escribir un par de líneas, hacer ejercicios, cantar a todo pulmón o hacer otras cosas.

No se trata de engañarse ni creer que uno es fuerte como un héroe, sino de reconocer que cada persona es un ser humano que siente y que también necesita desahogarse, dicen expertos consultados por Vanguardia.com

En medio de la tormenta
Hablar con otras personas de las cosas que a uno lo angustian puede ser muy útil, en la medida que el que escucha pueda aportar de alguna forma a contener esas emociones exaltadas, además de dar consuelo y acompañamiento, en caso necesario, según la observación que hace la sicóloga Paula Benedict.

Si la desazón no es muy intensa, Benedict cree que será favorable dirigir la atención hacia actividades compensatorias que generen estados de satisfacción, aunque sea momentáneamente.

“Al desenfocarse de sentimientos negativos por unas horas, se puede ir restableciendo el equilibrio personal”, asegura.
Sin embargo, cuando una persona está pasando por experiencias negativas que la hacen sufrir profundamente, generalmente no tiene ánimo ni motivación para las actividades recreativas o reflexivas. Incluso los quehaceres cotidianos pierden sentido.

En esos casos, la sicóloga Paula Benedict recomienda optar por el descanso, por dormir bien y por alimentarse adecuadamente, además de dedicar un tiempo al cuidado e higiene personal para mantener cierto equilibrio.

También puede ser de gran beneficio rodearse de personas significativas afectivamente que aporten un sostén emocional y una dosis de tranquilidad.
Si la depresión es profunda y prolongada, esta sicóloga aconseja buscar asesoría profesional. “La tristeza, el dolor, la sensación de fracaso o el duelo intenso pueden ser manifestaciones sintomáticas de procesos depresivos previos o por aparecer, y deben ser atendidos tanto médica como sicológicamente”, indica.

Beneficios y riesgos
La sicóloga y sicoanalista Arminda Carrasco explica que al desahogarse una persona libera sus emociones afectivamente y no carga con sentimientos negativos que luego interferirán en su desarrollo personal y en su relación con los demás.

De no hacerlo, alerta la profesional, se pueden alimentar sentimientos negativos, de culpa, rabia, minusvalía y depresión, mostrándonos como personas perturbadas y pesimistas.

Desahogarse es un proceso que a nivel terapéutico es llamado catarsis y consiste en descargar los sentimientos que aquejan a una persona y que son difíciles de sobrellevar a través del llanto, la risa, el canto, el baile, los ejercicios y otras formas de expresión. “La catarsis viene a ser una suerte de catalizador que permite traer a nivel consciente las emociones que están siendo reprimidas”, enfatiza Carrasco.

En su opinión, hablar de los sentimientos perturbadores o de los sucesos conflictivos que uno atraviesa puede producir una relajación superficial, pero si se lo consigue de una manera más estructurada, es decir, por medio de una terapia, se logrará eliminar de manera duradera la ansiedad que está atravesando.

Oportunidades
Hugo se dejaba consumir por la depresión ante cualquier problema que le afectaba y hasta llegó a ver su salud afectada. Siempre se lo veía nervioso o enojado.
Por el contrario, su hermana Antonieta, aunque sufría por dentro, se esforzaba para encontrar una salida a los obstáculos que se le cruzaban en el camino y en muchos casos lo conseguía.
Su optimismo era su mejor arma contra los problemas.

Los sicológos consultados creen que a veces los sentimientos negativos son el resultado de situaciones o relaciones tóxicas que se quieren abandonar.

El sufrimiento en esos casos es solo la antesala de nuevas oportunidades para mejorar la calidad de vida. “Aceptar el cierre de etapas puede doler, pero es necesario para avanzar”, comenta.

En medio de la impotencia que uno siente, hay que saber distinguir entre lo que realmente se puede cambiar y aquello que definitivamente hay que dar por perdido. “Si la solución está en nuestras manos, hay que ser consecuentes, esforzarse y luchar. Si no queda nada que hacer, entonces hay que dejarlo ir para decidir en consecuencia. No se puede obligar a nadie a cambiar”, reflexiona Benedict

El llanto, un calmante natural

¿Cuándo es oportuno y cuándo no?
Reacción. Llorar es el ejercicio primario del desahogo. Desde bebés expresamos y comunicamos los sentimientos a través del llanto.

Control. Científicos indican que después de llorar el cerebro se oxigena doblemente, por eso queda el suspiro con el que se toma el oxígeno necesario para ver con claridad el problema. Así se reduce la intensidad de las emociones fuertes y se logra controlarlas mejor.

Momento. Se debe llorar cuando se manifiesta realmente como deseo. No llorar por todo y por nada.
Límites. Es mejor no llorar delante de quien espera que lo hagamos (es decir, de quien nos quiere ver mal) ni cuando se quiere llamar la atención en un lenguaje sin sentido. Otros lloran por costumbre y se justifican creyendo que son sensibles. Eso puede generar culpa o vergüenza.

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Otras alternativas, además del llanto
­Viajar. Puede ayudar mucho irse a un lugar tranquilo y donde a uno nadie lo conozca. El objetivo debe ser reflexionar cada etapa de la vida, con un ejercicio simple que es evaluar lo que más lo hizo feliz y lo que más lo hizo triste de niño, adolescente, joven y adulto. Hay que perdonar cada cosa negativa y optimizar todo lo bueno.


Reflexionar. Ese diálogo consigo mismo, utilizando la razón, permite un ejercicio humanizador que trae como resultado ser mejor hoy que ayer, pero peor que mañana. Se requiere un aprendizaje continuo.

Escribir. Así uno puede hacer conscientes muchas cosas que se sienten. Hacer un relato de vida es importante para darse cuenta de cuántos nodos pueden estar anclados convirtiéndose en representaciones que moldean las conductas humanas y que pueden perpetuar el dolor. Por eso hay que hacerlo con la ayuda de un profesional que influya un cambio de estructura mental negativo hacia otro positivo que permita otra lectura de mundo y realidad.

Meditar. Es la habilidad que permite que se vea el problema desde una dimensión diferente a la personal. Es decir, ver el problema con los ojos de otro o, lo que es más eficaz con los ojos sobrenaturales de Dios.

Hacer ejercicios o cantar. Pueden funcionar en algunas personas. Pero hay que hacerlo como medio de desahogo, de lo contrario se estará desviando la situación y desde ahí perpetuará el duelo, pérdida o fracaso.

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