miércoles, 18 de abril de 2012

Carta a un hijo

Eugenio Carlos, hijo querido: Todo va bien, según veo, menos el genio. El imperio en los ademanes, en la voz, en el mandato ni aun en la milicia son buenos; exigir imperativamente la obediencia, hasta para las cosas más mínimas, es un mal proceder.

Al contrario de esa conducta, lo que está llamado a hacerte grato a todos, en la casa y en la escuela, en la sociedad y en la milicia, es el dominio de ti mismo. Precisamente por haber visto con tus propios ojos el penoso espectáculo de los arrebatos de cólera y de los abandonos de la ira, debes esforzarte por salvarte de ellos. . .

Hacerse querer es lo que importa: el respeto, por sí solo, no es duradero: el menor defecto lo hace perder.

El cariño no se pierde ni aun a fuerza de defectos. Lo que hay que desear no es que nos teman grandes ni pequeños y que los niños tiemblen a nuestra presencia y deseen no vernos, sino lo contrario.

Como mañana has de venir, ven dispuesto a hacer que todos recordemos con alegría y satisfacción tu estancia entre nosotros.

Cuando se tienen muchas buenas cualidades no se tiene el derecho de abandonarse a una que es mala para todos.

Hasta mañana, querido hijo.

Tu

Eugenio María

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