miércoles, 22 de marzo de 2017

Lecturas sutiles El que más bebe es el amo absoluto

Paradójicamente, Karl Abraham había señalado la estrecha relación existente entre la proeza del beber y las hazañas realizadas en el ámbito de lo sexual. Según el razonamiento planteado, quien más toma, en un grupo de hombres, es el más potente. Mientras tanto, el que no bebe es considerado débil y, por lo tanto, impotente.

Abraham llega a enunciar que “el que más bebe es el amo absoluto”. Y el amo es el más potente.

Cierta intervención del filósofo Giles Deleuze, acerca del hábito de beber, permite ajustar la precisión. La proeza de beber implica, además, no

desplomarse.

Durante una rica exposición acerca de la bebida, Deleuze hace referencia a su propio beber y reflexiona acerca del alcoholismo en general. Se la encuentra en un largo reportaje filmado, que recibió el nombre de “Abecedario”.

Allí señala que beber es una cuestión de cantidad. Y vincula dicha cantidad con la adhesión a determinada bebida. En la adopción de una bebida se oculta un cómputo. El beber siempre la misma bebida provee un marco a la ingesta, que permite calcular una cantidad.

Deleuze continúa su razonamiento. Afirma que el alcohólico, tal como lo concibe, a lo que quiere llegar es al último vaso. Beber es hacer todo lo posible para acceder al último vaso. Así postulado, este último vaso hace excepción y ordena una serie.

Explica que no es el primero, ni el segundo el que interesa. Es el último. Aquí la cantidad se presenta bajo la forma de la evaluación; lo evaluado es lo que se puede soportar sin derrumbarse.

¿Cuál es la idea que subyace a este modo de beber? Seguir bebiendo. Ese último vaso es un más allá del borde. Es donde no se aguanta más bebida. Beber ese último vaso es lo que escapa al poder de bebedor. Superado ese límite hay un desplomarse y hay que abandonar el beber. Quizá hospitalizarse.

Entonces, conociendo el último vaso, se trata de llegar al anterior, al penúltimo, para poder recomenzar al día siguiente. Mantenerse erguido y continuar bebiendo mañana.

El beber que reflexiona Deleuze guarda relación con la potencia. Se trata de una práctica de exceso, pero de un exceso medido, con cierta ilusión de control. Es un beber que no debería escapar al poder de quien bebe, ni a la potencia que se traduce en la erección del cuerpo. Eso siempre que el cálculo no falle.

Pero la proeza del bebedor, para completarse, necesita de la mirada. Lo que se muestra es un cuerpo en erección. Es una ofrenda a la mirada, representada en los otros bebedores. También en una oscura instancia, que se traduce en la autoevaluación.

Este modo de ingesta, si bien excesivo, es todavía regulado. Diversos elementos ordenan el límite, como son el cálculo y el ideal de hombría aludido en la potencia. La referencia al falo también está presente en la erección del cuerpo.

En la hazaña del beber hay riesgo calculado, sostenido en un trueque: el encuentro con el otro sexo, si bien aludido, es puesto en el horizonte, permutado por la ingesta. En esta paradójica potencia se trata de hacer semblante de ser el falo, no de tenerlo. Mucho menos de instrumentalizarlo.

NOTA: Para cualquier consulta o comentario sobre la columna, contactarse con Claudia Méndez Del Carpio al correo claudiamen@hotmail.com Visítanos en Facebook: LECTURAS SUTILES

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