lunes, 4 de mayo de 2015

ORIENTACIÓN Aspectos psicológicos de la ira

LA IRA ES UNA EMOCIÓN BÁSICA | SIN EMBARGO, PUEDE TENER CARACTERÍSTICAS FUNCIONALES O DISFUNCIONALES. ESTAS ÚLTIMAS PUEDEN TRAER CONSECUENCIAS NEGATIVAS AL ENTORNO.

Emociones básicas como la alegría, la tristeza, la ira, la sorpresa y el miedo, son importantes para la supervivencia del ser humano ya que permiten la adaptación a diversas circunstancias del entorno. Estas emociones pueden considerarse como funcionales o disfuncionales por ciertas características como la frecuencia, duración, expresión e intensidad de las mismas. Es así que puede haber personas que reaccionan de diferente manera ante determinada situación, pudiendo ser ésta leve o intensa, por ejemplo, frente a la ira.

“La expresión de esta emoción, denominada ira, permite enfrentar las situaciones de manera adaptativa en la medida en que las consecuencias sean positivas, por ejemplo: defenderse ante una situación que así lo amerite, establecer límites o escapar ante un ataque. Sin embargo, existen las reacciones disfuncionales y el manejo inadecuado de la ira que pueden hacer que sea considerada como un factor de riesgo en el deterioro de las relaciones interpersonales o en el trabajo. También pueden surgir o experimentarse sentimientos de tristeza y culpa por la incapacidad del control de los impulsos que muchas veces pueden derivar en conductas agresivas”, explica Pilar Gamboa, Master en Neuropsicología y en Programación Neurolinguística.



LA IRA

“La ira es un estado emocional que varía en intensidad y cualidad desde la leve molestia, hacia la irritación y el enfado, llegando hasta la cólera y la furia. Esta respuesta energiza y modifica el organismo, movilizando los recursos psicológicos según la situación ambiental ante la que el individuo debe enfrentarse. Instintivamente, la ira se da ante estímulos que el organismo interpreta como amenaza para su supervivencia psíquica o física o para salvar obstáculos que dificultan la satisfacción de una necesidad”, explica Gamboa.

La ira es una emoción que se asocia con factores cognitivos específicos, excitación fisiológica y expresión conductual, los cuales se van a manifestar en el entorno donde se verán reforzados o castigados.

La ira muchas veces es una forma de reacción o respuesta ante una situación frustrante o de amenaza. Cuando la ira es recurrente, está relacionada más con los rasgos de carácter que con instintos o pensamientos. Irritabilidad, resentimiento y actitudes de mala educación son ejemplos de ira.

La ira es un sentimiento de displacer que origina un impulso urgente por eliminar aquello que lo causó.



SÍNTOMAS

Cuando surge la ira, se manifiestan sentimientos de irritación, enojo y rabia. También va acompañada de obnubilación. Asimismo, produce una sensación de impulsividad a actuar de forma intensa e inmediata para solucionar la situación problemática.

“Fisiológicamente se producen efectos sobre el Sistema Nervios Central, con elevaciones de la frecuencia cardíaca, aumento de la presión arterial, aumento en las secreciones hormonales, especialmente en la adrenalina”, asegura la especialista.



CONSECUENCIAS

“Si no se logra reducir la ira se producen reacciones de descarga emocional como gritos, golpes, etc.

Las consecuencias negativas relacionadas con la expresión disfuncional de la ira tienen un gran impacto en la estructura social de las sociedades. Por ejemplo, muchas de las situaciones de violencia intrafamiliar que tan frecuentemente escuchamos en las noticias, se deben a esta problemática donde uno o más miembros de la familia tienen dificultades para controlar sus emociones, en este caso ira”, indica.

Algunas personas se enfadan más ya que tienen baja tolerancia a la frustración, se enfurecen ante situaciones que consideran injustas o porque no aprendieron a canalizar constructivamente la ira.

“Enfadarse con facilidad nos da la pauta de deficiencias en la comunicación, es decir, la persona no ejecuta habilidades asertivas para expresar lo que piensa, siente o quiere”, dice.



MANERAS DE CONTROLARLA

“Aprender a controlar la ira puede requerir de un trabajo terapéutico; sin embargo, algunas sugerencias para poder manejar adecuadamente esta emoción son el aprender a expresarse de manera firme, pero no agresiva. Es importante aprender a expresar clara y directamente las preocupaciones y necesidades, sin herir a otros o sin tratar de infundir miedo sobre ellos”, explica la experta.



1 El responsabilizarse y reconocer que esa persona tiene un comportamiento violento: muchas veces la persona que no controla sus emociones, tampoco reconoce que depende de sí mismo para manejar adecuadamente sus emociones y generalmente echa la culpa al entorno por su comportamiento.



2 Será adecuado tomar conciencia de creencias falsas:

Si expresa la ira de modo acalorado, o gritando, la ira se reduce. Esto es falso y más bien puede suceder todo lo contrario.

Evitar situaciones que producen malestar porque de éste modo se cree que la ira disminuirá. En realidad lo importante es aprender a gestionar la solución de los conflictos y no así evadirlos.

Creer que con la ira se hará respetar. Esto, en realidad, lo único que genera son cada vez mayores dificultades en las relaciones, ya que lo único que se logra es que en la familia o en el trabajo, las personas que son cercanas, le tengan miedo y rencor.



3 La relajación puede ser una técnica importante para ayudar a eliminar el estrés y poder controlar los estallidos de ira. A través de la relajación muscular progresiva o también a través de la respiración profunda.

4 Otro aspecto muy importante es el de aprender a comunicarse de manera asertiva. El primordial saber expresar las necesidades, sentimientos e ideas de modo adecuado.

LA IRA Y SUS FORMAS

Ira interna, cuando la persona experimenta un intenso sentimiento de irritación y tiende a suprimir esos sentimientos antes que a expresarlos verbal o físicamente.
Ira externa, aquí el enfado se manifiesta a través de conductas agresivas verbales o físicas dirigidas hacia otras personas u objetos del ambiente.
Una tercera forma de afrontar consiste en que ante la experiencia intensa de sentimientos de enfado o furia, el individuo pone en marcha estrategias cuya finalidad es reducir la intensidad y duración de esos sentimientos, así como resolver el problema que los ha provocado.

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