lunes, 4 de mayo de 2015

Los desencadenantes que llevan a la depresión

L a depresión es un trastorno del estado de ánimo y no simplemente momentos de tristeza como se acostumbra manejar en el medio común. Se caracteriza principalmente por un estado de ánimo decaído, abatido, desganado, que puede llegar a ser permanente y transitorio, pero con la tendencia de incurrir nuevamente en la depresión (en los estados transitorios).
La depresión puede deberse a muchos factores de origen social, personal y genético. Existen desencadenantes importantes para que se presente esta enfermedad como el estrés excesivo, una enfermedad traumática como el cáncer, la vivencia de alguna tragedia familiar o personal, el rompimiento de una relación sentimental, una elaboración inadecuada del duelo (en que no se llega a la etapa de aceptación ni resignación ante una pérdida), una baja autoestima y también puede existir una predisposición genética.
Los síntomas abarcan desde un estado de ánimo irritable hasta la dificultad para conciliar el sueño, el cansancio y la falta de energía.
Muchas de las personas se sienten tristes, melancólicas, infelices, abatidas o derrumbadas alguna vez. La depresión clínica es un trastorno del estado anímico en el cual los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida diaria durante un período de algunas semanas o más y puede presentarse en todas las edades.
Una manera de detectar la depresión es cuando la persona presenta consecuencias sociales por su ineficaz manera de desenvolverse en su medio. Se vuelve incapaz para trabajar o para disfrutar de un momento alegre, es decir, ha perdido interés por todo lo que antes disfrutaba. Puede no existir tristeza, pero sí un marcado desinterés que va aumentando de manera gradual.
Se habla de una depresión grave cuando algunos síntomas como el estar triste casi todo el día y todos los días, la falta o aumento de apetito, el insomnio o el exceso de sueño, ideas de muerte y suicidio, incapacidad para sentir placer en cualquier actividad, debilidad física, entre otras, duran al menos dos semanas, y que no vienen en respuesta de alguna pérdida (el fallecimiento de un ser querido, un divorcio), o por el consumo de medicamentos o drogas. Es decir se presenta sin ninguna razón aparente.
De cualquier manera, algunos de los síntomas arriba descritos sólo nos ayudan para darnos cuenta de si estamos ante una posible enfermedad como la depresión; el diagnóstico final lo debe hacer un profesional del área (un psiquiatra, un psicólogo). Él podrá realizar una evaluación a través de una entrevista en la que es muy posible que pregunte acerca de la gravedad de los síntomas y su inicio, la historia familiar, y si se ha sometido con anterioridad a algún tipo de tratamiento.
En la psicoterapia existen múltiples tratamientos con buenos resultados, en los que el paciente aprende a resolver de manera adecuada el duelo (si es que éste fue el evento desencadenante de la enfermedad). También aprende a adaptarse a un cambio vital crítico (ser nueva mamá, desempleo, cambio de trabajo, partida de los hijos, divorcio) que está causando un estrés recurrente. Finalmente logra manejar sus relaciones interpersonales, aprende a pensar de forma menos distorsionada y con eso sentirse mejor como persona, siendo a la vez más sociable.
Por ello, es importante no confundir el estar triste con una depresión. La tristeza puede ser un síntoma, pero que debe repetirse diariamente durante un tiempo. Es recomendable que si una persona está pasando por largos periodos de tristeza sin razón aparente, asista a consulta con un profesional clínico, e independientemente de si tiene o no depresión, éste le ayudará a encontrar mejores respuestas para evitar que su estado de ánimo decaiga continuamente.
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