lunes, 4 de mayo de 2015

La suma de lo que pensamos…

Jean Carla Saba de Aliss

Pedagoga Social /Life Coaching

ethos.capacitaciones@gmail.com

En el transcurrir de la vida, estamos atribuyendo juicios de valor a las cosas, hechos o personas; es así que determinamos qué o quiénes tienen mucha o poca estimación para nosotros. En ese ejercicio, son raras las veces que nos preguntamos ¿cuánto valemos? o planteado de otra manera: ¿qué pensamos de nosotros?

Se escuchó mucho el tema de que “somos lo que comemos” y también de que “somos lo que pensamos”. En esta oportunidad presto atención a la segunda, ya que considero que evidentemente somos la suma de nuestros pensamientos y es que ahí empiezan los monólogos internos – aquello que nos decimos cuando estamos a solas - que nos sobrevaloran o nos desvirtúan. En palabras de Salomón: “porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es el” (Prov. 23:7). Parece ser que lo que pensamos nos define, nos hace pertenecer o nos excluye, nos alimenta o destruye, nos sana o nos enferma y otra vez nos encontramos con que “el corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos” (Prov. 17:22).

Los monólogos internos, todo aquello que no le contamos a nadie, aquella suma no solo de pensamientos sino de sentimientos y emociones que trabajan para nuestro mal o nuestro bien, mismos que poéticamente decimos que se gestan en nuestro corazón, en realidad nacen en nuestra mente y dejamos que invadan todo nuestro ser. Y es que todos los días los estamos escuchando presentándose de distintas maneras, por ejemplo: nadie es capaz de hacerlo como yo…….yo soy el mejor padre, el mejor esposo, el mejor profesional, el mejor amigo, el mejor, el mejor, el mejor……y es que tanto pensarlo, lo creemos y necesitamos sostenerlo y de repente nos caemos porque el afán y la preocupación de que nadie puede hacerlo mejor que yo, no nos permite confiar ni delegar nada y entonces ya la carga está pesada.

Parece que Dios no me escucha…claro, nadie puede escribir nuestra historia, tenemos necesidades, sueños, expectativas, motivaciones, temores y nadie puede vivir nuestra vida; nadie puede creer ni elegir por nosotros y cuando decidimos consultarle a El, parece esconderse y guarda silencio temporal, pero lo sentimos eterno porque como vivimos apurados, demandamos una respuesta inmediata y es ahí donde parece retrasarse más.

Por último, se me viene a la mente que es más fácil destruir que construir….y por supuesto, es más fácil gritar, romper, alejarse o destruir que hablar, armar, acercarse o construir.

Y es así que nuevamente llegamos al principio, tratando de respondernos ¿cuánto valemos?... y es que la respuesta está ligada a lo que pensamos de nosotros y al mismo tiempo esto se ancla a nuestras creencias, valores y principios de vida que en el fondo conforman nuestro carácter. Carácter que socialmente y en el diálogo externo es diferente al monólogo interno y bueno, poco a poco nos vamos dando cuenta que….casi todo es otra cosa.

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