jueves, 5 de febrero de 2015

El rostro espejo de los sentimientos

Realizamos muchas acciones en nuestra vida destinados a mejorar muchos aspectos de nuestro cuerpo, de nuestra mente o de nuestra vida en general, pero no tenemos un método para poder darnos cuenta de las actividades y acciones negativas que vamos realizando día a día que van echando a perder nuestra expresión facial.

Si observamos por las calles la expresión de las personas que van caminando encontraremos una variedad enorme de expresiones faciales y muchas de ellas tienen que ver con el tipo de trabajo interno que van haciendo las personas con sus pensamientos, con sus actitudes y, sobre todo, con sus sentimientos.

Existe un método para leer las actitudes de las personas que consiste en observar simplemente su expresión facial durante unos minutos para descubrir cómo es su actividad mental, su actividad emocional y la actitud predominante de cualquier persona en este mundo. Cuando ensayamos la lectura de la actitud, vamos descubriendo la razón o la causa por la cual algunas personas tienen expresión facial agradable o, por el contrario,tienen una expresión facial totalmente desagradable.

Son muchas las jovencitas que teniendo un hermosura natural van mostrando expresiones de enojo, de molestia, de infelicidad en muchas ocasiones, expresiones de hipocresía que pretenden mostrar falsas sonrisas y pretenden encubrir el dolor y el sufrimiento que sienten en casa por las peleas constantes de los papás o por la soledad y aislamiento en que se viven.

En el libro de Prentice Mulford titulado “Los pensamientos son cosas” expresa este hecho de forma jocosa y lo muestra como “un método” que emplean algunas jovencitas para “afearse” y de manera textual lo dice así: “el método más seguro para que una muchacha se afee es sentirse descontenta, irritable, enojada y envidiosa de otras. A causa de esos estados de ánimo está atrayendo hacia sí la sustancia invisible del pensamiento que actúa y perjudica al cuerpo. Arruina su tez, crea líneas de expresión, arrugas en su cutis, afila la nariz y transforma el rostro de la juventud en el de una arpía en muy poco tiempo”.

Este pasaje nos muestra la posibilidad del contraste; en vez del descontento, podemos aprender a amar y apreciar todo lo que somos y todo lo que tenemos diciendo literalmente: “Amo y aprecio todo lo que soy y todo lo que tengo”; en vez de actuar como personas irritables podemos aprender la conducta “autocontrol cien por ciento responsable” y en vez de

irritarnos por cualquier cosa podremos aprender a vivir en estado de paz y de reconocimiento de todas las cosas y bendiciones que vamos recibiendo de los demás, incluyendo nuestros papás, parientes y demás seres queridos y no queridos.

Podemos tomar la decisión de practicar la conducta deliberada: “abstención de todo tipo de quejas y bendecir mentalmente a todos los seres y a todas las personas de este mundo, sin excepción alguna”.

En vez de envidiar a otras personas realizar la conducta: “alegrarse por los triunfos y logros temporales de esas personas y desear sinceramente que les vaya bien en la vida, pues la vida pone a cada quien en su lugar independientemente de su tamaño o de las situaciones temporales que esté viviendo en sus momentos presentes, por lo tanto, deseemos sólo el bien y el resto vendrá por añadidura, tal como rezan las escrituras.

Si usted ha estado practicando sin darse cuenta el “método para afearse” puede volver a leer con atención el presente artículo o conseguir el libro de Prentice Mulford, quien nació en 1834 y vivió hasta el año 1891.

Palabras del autor: “Todos estamos creando en este mundo lo que queremos o lo que no queremos”.

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