martes, 12 de agosto de 2014

Mentiras, cuando dejan de ser piadosas y son dañinas

No era la primera vez. Julio se sentía decepcionado de escuchar las historias que inventaba María para exaltar sus supuestas conquistas en el trabajo. Poco a poco trataba de alejarse de ella porque ya había comprobado varias veces la falsedad de sus palabras.

Algunas personas mienten no solo por ocultar información, sino también por quedar bien ante los demás, para dar una mejor imagen de sí mismas, para conseguir lo que quieren, para excusarse de hacer algo, para postergar decisiones, para no ofender o hacer sufrir a otras personas o bien porque en definitiva no saben o no pueden decir no.

Pero detrás de cada mentira puede haber una estela de problemas que merecen atención y, en casos extremos, incluso puede requerir terapia sicológica.
Ocultar la verdad puede ser consecuencia de una baja autoestima, inseguridad, falta de confianza en uno mismo, temor al rechazo, vergüenza, miedo al castigo y a la crítica o puede encerrar un deseo de manipular a otros.

Algunos sicólogos creen que confrontar oportunamente a las personas mentirosas puede ser un buen inicio para lidiar con su mala conducta. Si bien recuerdan que uno no tiene el poder de cambiar a los demás, creen que se puede contribuir con el ejemplo o consejos. Otros insisten en que la verdad al final se impone.

Cómo lidiar con ellas
La sicóloga Dolly Medina considera que la mejor forma de confrontar a una persona que miente es dialogar con ella y explicarle que con esa actitud está perdiendo su confianza.
“Hablando directamente se puede lograr mucho. Hay personas que mienten por sentirse mejor aceptadas o por parecer más graciosas ante los demás. Uno puede conversar con ellas y explicarles que su conducta les incomoda y que están perdiendo credibilidad”, señala Medina.

Si bien aquel hombre o mujer puede sentirse enojado cuando le digan que ya no le creen ni una palabra, también puede ser que se sienta avergonzado por eso y que se comprometa a decir la verdad de ahí en adelante.

Se recomienda que ese diálogo sea en privado, porque confrontar a alguien por su mal comportamiento en público puede resultar muy frío y es poco probable que ayude a cambiar a la persona.

También se aconseja dar la oportunidad a la persona para que explique lo que le pasa. “Si él o ella admite la mentira y se disculpa, es probable que no se necesite llevar la confrontación más lejos. Discuta el asunto y dígale que espera que no vuelva a pasar. Si la persona se pone a la defensiva, pone excusas o sigue mintiendo, se pueden mostrar ciertas evidencias”, aconsejan expertos en el sitio web Wikihow.com

Riesgo de trastorno mental

Los padres de Javier creían que su hijo ya había vencido dos años de la universidad y disfrutaban con orgullo de ese logro. No sospechaban que todo era una gran mentira y cuando lo descubrieron cayeron en una profunda crisis emocional. El joven ni siquiera se había inscrito en la universidad y todo ese tiempo se había dedicado a sostener hábilmente el engaño. Esa ingrata noticia generó un gran conflicto en esa familia y el caso terminó en terapia sicológica porque se detectó que Javier tenía adicción a mentir.

Cuando una persona empieza a mentir de manera frecuente y compulsiva, puede estar enfrentando un trastorno sicológico conocido como mitomanía, que requiere una terapia especializada, alerta Dolly Medina, sicóloga clínica cognitiva conductual.

El mitómano falsea la realidad para hacerla más soportable e incluso puede tener una imagen distorsionada de sí mismo, generalmente con delirio de grandeza.

Por esa situación atravesaba Jaime, que siempre hablaba de sus viajes por el mundo y hasta los describía con emoción pero en realidad ni siquiera tenía pasaporte. “Como cualquier adicción, las mentiras pueden empezar como un juego, pero después las personas pueden ser dependientes de ellas ”, indica Medina.

Enseñando desde la niñez

Marco tenía miedo de contar a sus padres que había sacado una mala nota en química y matemáticas. El adolescente al final optó por decirles la verdad y, como castigo, le prohibieron realizar varias cosas que lo entretiene.

Es importante el ejemplo y la confianza que los adultos transmitan a los niños para enseñarles a decir siempre la verdad. “Muchas veces se miente por temor al castigo. Si la familia muestra apertura al diálogo y a aceptar los errores y fracasos, los hijos tendrán confianza de hablar”, asevera la sicóloga Dolly Medina. Por su parte, la sicóloga Liliana Zabala asegura: “Si queremos que los niños no mientan, simplemente no debemos mentirles”

Educar más con valores positivos
José Antonio Martínez - Sociólogo

Las mentiras, como las falsedades, cuando son groseras caen por sí mismas. Es algo que no debe preocuparnos.

- Las personas obsesivas por una supuesta verdad verán que la mentira es un problema y viven angustiadas por las personas mentirosas. Hay que comprender que la mentira no es una enfermedad.

- La manera efectiva de construir sociedades con comportamiento ético es formando a las personas desde su temprana edad en prácticas saludables en sus relaciones con todos los seres vivos y en valores socioculturales que respeten la vida y las diferencias socioculturales, admitiendo que hay verdades diferentes.

- Entonces, las mentiras desaparecen. Ejemplos: en Japón los niños, junto con sus profesores y desde la casa, dedican cada día 15 minutos a la limpieza. Esas personas cuando son adultas disfrutan de sociedades saludables, limpias, respetuosas y ordenadas. En Bolivia, y especialmente en Santa Cruz, nos falta eso.

- ¿Qué tenemos que hacer? Educar con buenas prácticas y acciones saludables. Hay un refrán que dice: “La mejor manera de decir es hacer”. Tenemos que reducar a nuestra niñez, instituir normas simples en los órganos legislativos departamentales y municipales, como eso de practicar la limpieza y el orden todos los días por lo menos cinco minutos en el aula.

- Si se quiere evitar que nuestros niños se eduquen en las mentiras, debe haber un compromiso de los adultos (padres, profesores y todo nivel educativo). Tenemos que educar más en los valores sociales y culturales diferentes, en la tolerancia, en la reciprocidad, en el respeto y, sobre todo, en la confianza. Debemos hablar de valores sociales y ambientales para acabar con las mentiras y con los mentirosos.

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