domingo, 4 de agosto de 2013

EL DÍA QUE SE HUBIERA PODIDO ECHAR A PERDER. - I

Un estudiante de la Universidad de Copenhague llamado Jorgen Juhldahl trabajaba en verano como guía turístico. Dado que hacía de buen grado mucho más que sus simples obligaciones, unos visitantes de Chicago le organizaron un recorrido por los Estados Unidos.
El itinerario incluiría un día de visita a los lugares de interés de Washington, camino de Chicago. Al llegar a Washington, Jorgen se dirigió al hotel Willard en el que ya tenía el alojamiento pagado. Estaba entusiasmado. En el bolsillo de la chaqueta guardaba el pasaje de avión con destino a Chicago; en el bolsillo del pantalón guardaba la cartera con el pasaporte y el dinero. ¡Pero entonces el joven recibió un golpe terrible! Mientras se disponía a acostarse, descubrió que había perdido la cartera. Bajó corriendo a recepción. «Haremos cuanto podamos», le dijo el director del establecimiento.
Pero, a la mañana siguiente, la cartera aún no había sido localizada. Jorgen Juhldahl tenía menos de dos dólares en los bolsillos. Solo en un país extranjero, se preguntó qué podría hacer. ¿Telegrafiar a sus amigos de Chicago y decirles lo que le había ocurrido? ¿Acudir a la embajada danesa e informar de la pérdida del pasaporte? ¿Aguardar en la jefatura de policía hasta que se tuviera alguna noticia?
De repente, se dijo: « ¡No! ¡No haré nada de todo eso! Veré Washington. Es posible que jamás tenga ocasión de volver a estar aquí. Dispongo de un valioso día en esta gran capital. Al fin y al cabo, aún tengo el billete de avión con destino a Chicago para esta noche y tendré mucho tiempo para resolver el problema del 'dinero y del pasaporte.
En cambio, si no veo Washington ahora, es posible que nunca lo vea. Estoy acostumbrado a recorrer muchos kilómetros a pie, me encantará ir andando. »Ahora es el momento de ser feliz. »Soy el mismo hombre que era ayer antes de perder la cartera. Entonces era feliz. Ahora tendría que ser feliz... encontrarme en los Estados Unidos... tener el privilegio de disfrutar de unas vacaciones en esta gran ciudad.
Y salió a pasear. Vio la Casa Blanca y el Capitolio, visitó los grandes museos, subió a lo alto del monumento a Washington. No pudo dirigirse a Arlington y a algunos otros lugares que deseaba ver. Pero lo que vio, lo vio con más detenimiento. Se compró cacahuetes y caramelos y fue comiéndoselos para no pasar hambre. Y cuando regresó a Dinamarca, la parte de su viaje que recordó mejor fue aquel día en que recorrió Washington a pie, un día que Jorgen Juhldahl tal vez hubiera perdido si no hubiera empleado el secreto para conseguir hacer las cosas.
Porque conocía la verdad contenida en esta afirmación. AHORA es el momento. Sabía que el AHORA hay que apresarlo antes de que se presente: ayer-hubiera-podido... Por cierto, para terminar la historia, cinco días después de aquella memorable jomada en Washington la policía encontró su cartera y su pasaporte y se los envió.

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