jueves, 25 de julio de 2013

LA APARICIÓN DE PSICOFÁRMACOS HA POSIBILITADO SOBRELLEVAR CIERTOS CONFLICTOS, PRINCIPALMENTE DE TIPO EMOCIONAL, PERO

Las exigencias de la modernidad han traído consigo diversos cambios y avances, como también complicaciones. Es verdad que ahora es necesario abarcar más responsabilidades y retos de los que se recuerdan en épocas de antaño, y hacerlos rápido. Esta carrera en la que, en muchos casos, se ha convertido la vida, puede llegar a sobrepasar un límite y convertirse en un problema.

Se ha vuelto relativamente normal encontrarse en situaciones entre la espada y la pared, y correr donde un psiquiatra que nos recete alguna pastilla que pueda “ayudar” a encontrar la solución. La psicóloga clínica, Consuelo Aranda, atribuye este fenómeno a que las personas hoy en día están muy apegadas a la inmediatez; que tiene que ver con la dificultad para esforzarse en conseguir las cosas o la poca tolerancia al aburrimiento o a la frustración. Además, están los problemas emocionales: desde presiones en el estudio y relaciones amorosas conflictivas a estados intensos de angustia y ansiedad que llevan a querer evadir la realidad.

En este sentido, muchas personas acuden al consultorio del médico en busca de ayuda para superar problemas de ansiedad, insomnio o dificultades para conciliar el sueño, entre otros estados afectivos. Ante estos cuadros, principalmente se usan las benzodiacepinas, que la Biblioteca Virtual en Adicciones del Centro de Integración Juvenil de México, las define como: “Un grupo de fármacos que causan enlentecimiento de las funciones nerviosas, lo que produce relajación o sensación de calma”.

De la familia de las benzodiacepinas, hay diferentes tipos de fármacos que, dependiendo del tiempo que permanecen en el organismo, son potencialmente adictivos. Para el doctor Franz Siles, médico psiquiatra de la Clínica Los Olivos, los más peligrosos serían los de vida media larga, como el Diazepam y el Flurazepam. También están los de acción intermedia como el Clonazepam (uno de los más comunes), Bromazepam y Flunitrazepam; y por último, los de acción corta, en los que se encuentra el Alprazolam y Lorazepam, por nombrar los más comunes.

Abuso

Avistando el otro lado de la moneda, el uso excesivo o desmedido de estos medicamentos puede llevar a una dependencia, tanto de tipo físico como psicológico. El doctor Siles hace la siguiente distinción: “Cuando hablamos de una dependencia física hay dos criterios: una tolerancia farmacológica, que es cuando la persona necesita cada vez una mayor dosis del medicamento para tener el mismo efecto que tenía antes con menores dosis; y el síndrome de abstinencia que ocurre cuando, con la supresión del medicamento, la persona empieza a tener síntomas de malestar: como ansiedad, sudoraciones, palpitaciones, taquicardia y angustia. La dependencia psicológica se da cuando no interviene ningún mecanismo químico o acción farmacológica de la sustancia pero la persona cree o siente que tomando una determinada sustancia le produce un determinado efecto”.

Como testimonio de su experiencia, la escritora boliviana Liliana Colanzi contó sobre las penurias que tuvo que pasar para superar su dependencia al Clonazepam: “Si alguien me hubiera dicho que iba a llegar a los treinta batallando una adicción, probablemente no lo habría creído”. La autora recurrió a “la piedad química” al verse agobiada por la presión académica luego de ganarse una beca para un doctorado en literatura en la afamada Universidad de Cornell en Ithaca, EEUU.

“Cumplía a duras penas con las tareas a costa de sacrificar el sueño y de vivir en perpetuo estado de angustia y con el ánimo estragado por el insomnio…(al acudir a una psiquiatra) escuchó mis síntomas y concluyó que tenía un trastorno de ansiedad con insomnio. Salí de su consultorio con una receta de 0.5 mg. de clonazepam y trazodone, un antidepresivo. Tomé el antidepresivo una sola vez y pasé un día observando el mundo como si me hubieran arrastrado al fondo de una piscina. El clonazepam, sin embargo, me devolvió a una relativa normalidad: empecé a dormir por las noches. Después de un tiempo, el clonazepam se convirtió en parte de mi rutina. Lo tomaba cada noche de manera automática, como otros toman vitaminas. Nunca cuestioné su uso. Un año y medio después mi dosis había subido de 0.5 a 0.75 mg”, relata Liliana.

El lado oscuro

“Con la nueva dosis estaba agotada todo el tiempo y sentía que una gran sombra negra se había instalado sobre mi ánimo, una suerte de depresión de fondo que opacaba incluso los momentos felices. Intuitivamente, durante unas vacaciones en Bolivia supe que debía dejar el clonazepam. Estaba dispuesta a no dormir unas cuantas noches. Sin embargo, nada me preparaba para el brutal síndrome de abstinencia que llegó al cuarto día”, confiesa la escritora quien tuvo que lidiar con vómito, temblores, miedo irracional a la gente y a ciertos objetos en su proceso de dejar el químico. “Dejé de escribir. Dejé el alcohol, dejé la cafeína. Dejé a los amigos. Casi dejé la universidad. Acabé en el hospital un par de veces. Hubo muchos días en que la depresión generada por la abstinencia era tan implacable que tenía que recordarme razones para vivir. Tardé once meses en dejar el ansiolítico”, añade.

La importancia de un buen diagnóstico

El doctor Siles destaca la importancia de no dejar el medicamento abruptamente, sino de forma gradual o remplazar con otro medicamento de menor potencia, hasta el punto de no necesitarlo más. Este tratamiento puede durar de tres a cuatro meses, dependiendo el caso ya que cada uno es individual, habiendo superado y desintoxicado recién después del año. Paralelamente al tratamiento farmacológico, realizado siempre bajo supervisión médica, se debe llevar a cabo la psicoterapia, ya sea con el mismo psiquiatra o con un psicólogo. “Con un tratamiento psicológico la persona aprende a fortalecer sus mecanismos de defensa, de manera que encuentre en sí misma la motivación para seguir adelante y enfrentar la frustración”, afirma la psicóloga.
Mirando hacia adelante

Liliana ha logrado dejar el Clonazepam en un periodo de once meses, pero aun lucha con algunas secuelas que le produjo el medicamento.

El doctor Siles afirma que luego de seguir el tratamiento de desintoxicación, la persona puede llevar una vida normal, sin mayores complicaciones a nivel físico y cognitivo. Sin embargo, el experto recalca la importancia de informarse acerca de estos medicamentos y de su ingesta responsable, siempre bajo supervisión médica y psicológica. Además, llevar alguna actividad física que siempre ayuda a liberar la tensión. La Lic. Aranda también recomienda: “Hay que darse tiempo para uno mismo, si tiene un trabajo o una meta, no sacrificar su propia vida por eso. Construir buenas relaciones sociales y afectivas, no bajar la guardia en cuanto a la autoestima y no perder la capacidad de ser feliz; si se la está perdiendo, buscar siempre la forma de sentirse bien”.

QUICKIE

Los antidepresivos, en su mayoría, no causan dependencia y son utilizados para remplazar a las benzodiacepinas en tratamientos de desintoxicación ya que ayudan a liberar tensión y ansiedad.

El Flunitrazepam es el comúnmente utilizado por las “pildoritas” para dormir a sus victimas, que consumido conjuntamente con alcohol potencializa su efecto provocando amnesia del momento de la toma.

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