viernes, 19 de julio de 2013

APRENDA A VER - I

George W. Campbell era ciego de nacimiento. «Cataratas congénitas», dijo el médico. El padre de George miró al especialista sin poder creerlo. «¿No hay nada que pueda usted hacer? ¿No sería útil operarle?» «No -contestó el médico-. De momento, no se conoce ningún remedio para tratar esta afección.» George Campbell no podía ver, pero el cariño y la fe de sus padres enriquecieron su vida. 
De pequeño no supo que le faltaba algo. Cuando George contaba seis años, ocurrió algo que él no pudo entender. Una tarde estaba jugando con otro niño, quien, olvidando que George era ciego, le lanzó una pelota. « ¡Mira! ¡Te va a alcanzar!» La pelota alcanzó a George... y nada en su vida fue igual después de aquello. George no sufrió daño, pero se quedó muy perplejo. Más tarde le preguntó a la madre: «¿Cómo podía saber Bill lo que iba a ocurrirme antes de que yo lo supiera?». Su madre lanzó un suspiro porque había llegado el momento que ella tanto temía. Ahora era necesario que le dijera a su hijo por primera vez: «Eres ciego». He aquí cómo lo hizo: «Siéntate, George -dijo suavemente mientras se inclinaba y tomaba una de sus manos-. Es posible que no sepa describírtelo y es posible que tú no puedas comprenderlo, pero deja que intente explicártelo de esta manera.» 
Tomó con cariño una de sus manitas entre las suyas y empezó a contarle los dedos. «Uno, dos, tres, cuatro y cinco. Estos dedos son similares a lo que se conoce como los cinco sentidos - tomó cada uno de los dedos entre su índice y su pulgar mientras seguía su explicación-. Este dedito es para oír; este dedito es para tocar; este dedito es para oler; éste es para gustar -y aquí vaciló antes de proseguir-; y este dedito es para ver. Cada uno de los cinco sentidos, al igual que cada uno de los cinco dedos, envía mensajes a tu cerebro.» Entonces dobló el dedito correspondiente a la «vista» y lo mantuvo apoyado contra la palma de la mano de George. «George, tú eres distinto a los demás niños -le explicó- porque sólo gozas del uso de cuatro sentidos, como los cuatro dedos: uno para oír, dos para tocar, tres para oler y cuatro para gustar. Pero no tienes la posibilidad de usar tu sentido de la vista. Ahora quiero mostrarte algo. Levántate», le dijo suavemente. George se levantó. Su madre tomó la pelota. «Ahora extiende la mano como si fueras a tomarla», le dijo. George extendió las manos y, al cabo de un momento, percibió que la dura pelota golpeaba sus dedos. Los cerró con fuerza a su alrededor y la agarró. «Muy bien, muy bien -dijo su madre-. No quiero que olvides jamás lo que acabas de hacer. Puedes agarrar la pelota con cuatro dedos en lugar de cinco, George. También puedes afrontar la vida, superarte y ser feliz con cuatro sentidos en lugar de cinco... si logras afianzarte y lo sigues intentando.» La madre de George había utilizado una metáfora, y esta figura retórica tan sencilla es uno de los méto- dos más rápidos y eficaces de comunicación de ideas entre las personas.

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