domingo, 30 de junio de 2013

SU SILENCIOSO SOCIO MAYORITARIO LE ANIMÓ A ALCANZAR EL ÉXITO.

R. G. LeTourneau, constructor de equipos pesados para excavaciones, animaba a miles de personas con su estímulo. En sus charlas, se refería en tono reverente a «mi Socio Mayoritario». Y hablaba de la inspiración y la ayuda que recibía de su «Socio». LeTourneau apenas tenía estudios, pero realizó unas obras de ingeniería asombrosas. En su calidad de contratista de la gran presa Hoover de Nevada, LeTourneau perdió una fortuna porque tropezó con un inesperado estrato rocoso. El coste de la perforación de la roca superó con mucho lo que había calculado al formalizar el contrato, y se armiño cumpliendo la parte del trato que le correspondía. Sin embargo, en lugar de pensar amargamente en pérdida, LeTourneau se entregó a la oración. ¿Cómo rezaba? Expresando su gratitud -una profunda gratitud- por lo que le quedaba: un cuerpo sano. Dos fuertes manos. Un cerebro capaz de pensar. Y algo más. «En mi hora de mayor desgracia -dijo LeTourneau-, encontré mi mayor ventaja en la revelación y el descubrimiento de un silencioso Socio Mayoritario. Desde entonces, he reconocido a este socio en mi vida personal y empresarial. Todo lo que tengo, todo lo que he hecho y que ha merecido la pena, se lo debo a Él.» Napoleón Hill estuvo asociado con el señor LeTourneau durante dieciocho meses y tuvo oportunidad de observarle de cerca. Para entonces, LeTourneau se había convertido en un célebre conferenciante de carácter inspirador. Dedicaba buena parte de su tiempo a recorrer el país en su aparato particular, predicando su mensaje: «Es una maravilla estar asociado con Dios». Una noche en que ambos hombres regresaban a casa en avión tras haber pronunciado una conferencia en Carolina del Norte, ocurrió algo interesante. Poco después de que el piloto despegara, el señor LeTourneau se durmió. Treinta minutos más tarde, Napoleón Hill le vio sacarse un cuaderno de notas del bolsillo y escribir en él varias líneas. Tras haber aterrizado el aparato, Napoleón Hill le preguntó al señor LeTourneau si recordaba haber hecho una anotación en el cuaderno. «Pues no! -exclamó LeTourneau. Inmediatamente se sacó el cuaderno del bolsillo y lo examinó-. ¡Aquí está! ¡Llevaba muchos meses buscándolo! ¡Esta es la respuesta a un problema que me había impedido completar una máquina en la que estamos trabajando!

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