Muchos
inventores habían estado a punto de inventar el avión antes de los hermanos Wright, quienes utilizaron los
mismos principios que habían empleado los demás. Pero añadieron... algo más. Crearon una nueva
combinación. Y alcanzaron el éxito allí donde otros habían fracasado. Ajustaron unas planchas móviles de
un diseño especial a los bordes de las alas para que el piloto pudiera controlarlas y conservar así el equilibrio
del aparato. Estas planchas fueron las precursoras del moderno alerón.
Observará usted que todas esas historias de éxito tienen un común denominador. En cada uno de los casos,
el ingrediente secreto fue la aplicación de una ley universal no aplicada previamente. En eso estribaba la
diferencia. Por consiguiente, si se encuentra usted en el umbral del éxito sin poder franquearlo, trate de
añadir algo más. No tiene por qué ser mucho. Las palabras «Hip, hip, hurra» fueron suficientes para
conseguir un éxito musical. Unas diminutas planchas fueron suficientes para hacer volar un avión tras el
fracaso de otros. No es necesariamente la cantidad de este algo más, sino la «calidad inspirada», lo que
cuenta.
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viernes, 28 de junio de 2013
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