miércoles, 8 de mayo de 2013

USTED NACIÓ CAMPEÓN.

¿Se le ha ocurrido pensar alguna vez en las batallas que ganó antes de nacer? «Deténgase a pensar acerca de sí mismo -dice el experto en genética Amram Scheinfeld-, En toda la historia del mundo jamás ha habido nadie exactamente igual a usted y, en toda la inmensidad del tiempo venidero, jamás habrá otro igual.» Es usted una persona muy especial. 
Y tuvieron que librarse numerosas luchas concluidas con éxito para que apareciera usted. Imagínese: decenas de millones de células espermáticas participaron en la gran batalla y, sin embargo, sólo una de ellas ganó: ¡la que le hizo a usted! Fue una grandiosa carrera para alcanzar un solo objetivo: un valioso óvulo con un diminuto núcleo. Este objetivo por el que competían los espermatozoos era de tamaño inferior al de una cabeza de alfiler. Y cada espermatozoo era tan pequeño que hubiera tenido que ampliarse miles de veces para que el ojo humano pudiera percibirlo. Y, sin embargo, a este nivel microscópico se libró la batalla más decisiva de su vida. La cabeza de cada uno de los millones de espermatozoos contenía una valiosa carga de 24 cromosomas, de la misma manera que, en el diminuto núcleo del óvulo, había también 24 cromosomas. Cada cromosoma estaba integrado por un conjunto de corpúsculos de apariencia gelatinosa. Cada bolita contenía cientos de genes a los que los científicos atribuyen todos los factores de su herencia. Los cromosomas del espermatozoo incluían todas las tendencias y el material hereditario aportado por su padre y por sus antepasados; los del núcleo del óvulo contenían los rasgos hereditarios de su madre y de sus antepasados. Su madre y su padre representaban la culminación de más de dos mil millones de años de victoria en la lucha por la supervivencia. 
Y entonces un determinado espermatozoo -el más rápido, el más sano, el ganador- se unió con el óvulo que lo estaba aguardando para formar con éste una diminuta célula viva. Se había iniciado la vida de la persona viviente más importante. Se había usted proclamado campeón, triunfando sobre las más asombrosas fuerzas con que jamás haya tenido que enfrentarse. A todos los fines prácticos, había heredado usted de la vasta reserva del pasado todas las capacidades y facultades que potencialmente necesita para alcanzar sus objetivos.
Nació usted para ser un campeón y cualesquiera que sean las dificultades y obstáculos con que tropiece en su camino, jamás serán ni una décima parte de las que ya superó en el momento de su concepción. Toda persona lleva la victoria incorporada. Pensemos en el caso de Irving Ben Cooper, que fue uno de los jueces más respetados de los Estados Unidos. Sin embargo, eso estaba muy lejos de lo que el joven Ben Cooper pensaba que iba a ser en su juventud.

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