Es que las pequeñas cosas hacen la felicidad. Como gotitas de agua en la piel caliente, se disfrutan de una en una. No van sumando, cada chispa fresca nos produce un gozo diferente cada vez. Opino que la felicidad plena no existe, sino que son momentos, a los que debemos estar atentas para disfrutar solas o en compañía, no importa, pero no dejarlas pasar porque por ellas vale la pena la vida.
En una bella caricatura leí: “Me pasa que a veces ¡soy feliz!” Y, como pétalos, rodean el dibujo de una mujer sonriente, en pijamas y sentada ‘ollita’, junto a montones de cositas femeninas, las siguientes palabras que representan momentos de felicidad: un mail, un cafecito, tu beso, su besito, mi trabajo, las cosas sencillas y un buen libro… yo le añadiría: probar cosas nuevas. Y en esto me sorprenden las nuevas generaciones, que no necesitan de autoanálisis para divertirse. Hacen cosas inusitadas e increíbles para, de alguna manera, ser felices. Algunas resultan buenísimas y ‘virales’, como el baile del Harlem Shake. Un bailoteo estrambótico con millones de seguidores en Youtube, que consiste en crear, con mucha imaginación, un video casero con el fragmento de una canción del ¿conocido? DJ Baauer. ¿Probamos? ¡De eso se trata la felicidad!
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