jueves, 10 de enero de 2013

Respiración - II


Sentado confortablemente en un sofá, después de expulsar todo el aire de los pulmones con una fuerte espiración de boca abierta, comienza la fase de la aspi­ración, dilatando en primer lugar el abdomen, en seguida la parte inferior del pecho y luego la parte superior al máximo posible, siguiendo con la atención ese movi­miento (que es casi simultáneo entre el abdomen y los pulmones). No hay necesidad de alzar los hombros (gesto que denotaría alguna tensión); la columna verte­bral se endereza y la cabeza queda recta.
            Y ahora comienza la fase espiradora, contrayendo el abdomen (que fue primero en dilatarse) para terminar con la parte alta del tórax. Se expulsa completamente el aire viciado, contrayendo fuertemente, con lentitud y de una manera continua, los músculos del bajo vientre. La masa abdominal debe ser empujada hacia el diafragma, al que, al mismo tiempo, eleva. Se mantiene la contracción un par de segundos; luego se deja que los músculos se relajen suavemente y que el abdomen vuelva a su estado normal. Y de nuevo se comienza a aspirar.
            Debe dirigirse la atención sobre el aire que se siente, se sigue, se le dirige. Es, pues, una respiración sentida, consciente y concentrada. Y por eso mismo podemos afirmar que se trata de un excelente ejercicio de concentración.
            Se debe evitar cualquier violencia. No obstante, es difícil evitar que se produzca un cierto estado de tensión o de obsesión, sobre todo en los primeros pasos. Pero, después de un entrenamiento asiduo, el ejercitan­te. pronto experimentará el apaciguamiento y la calma.
            Para los efectos que queremos conseguir en este li­bro, la respiración más adecuada es la abdominal.
            Puede practicarse sentado, acostado o de pie.

            Respiración torácica. Aunque insistimos en que la respi­ración abdominal es la más sedante y psíquicamente bené­fica, exponemos a continuación otras maneras de respirar, dado el pluralismo y variedad de efectos en las diversas per­sonas.

            La torácica es la respiración de los atletas y, en gene­ral, de todos los que realizan un gran esfuerzo físico. Consiste en esto: en la medida en que se llenan los pulmones, se hunde el abdomen; y en la medida en que se vacían los pulmones, se dilata el abdomen.

            Respiración alterna. Oprimir el orificio derecho de la na­riz con el pulgar de la mano derecha, aspirando por el ori­ficio izquierdo. Espirar por el orificio derecho mientras se cierra el orificio izquierdo con el índice de la misma mano. Luego, aspirar por este orificio derecho y espirar por el iz­quierdo; y así, alternadamente, lo más lentamente posible, hecho todo con calma, sin ansiedad. Nunca más de diez res­piraciones.

            Respiración rítmica. No se debe olvidar que la espiración es siempre más lenta que la aspiración. Es frecuente encon­trarse con personas cuya espiración dura el doble de tiempo, y aún más, que la aspiración.

            Cada individuo tiene su ritmo de respiración. Su­pongamos que en tu ritmo respiratorio la aspiración dura tres segundos y la espiración cinco. En este caso, la respiración alterna se hace así: se aspira durante tres segundos y se retiene el aliento durante dos segundos; se espira durante cinco segundos y permanece con los pulmones vacíos durante dos segundos, y así sucesiva­mente, manteniendo siempre esta cadencia. Con el tiempo podría ensayarse otro ritmo más lento.
            Los ejercicios respiratorios pueden ser contraprodu­centes si no se hacen con calma y tranquilidad. Y nun­ca se debe pasar de tres minutos.

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