martes, 22 de enero de 2013

Quejas y preguntas - I


Antes de retornar a la tierra de libertad donde nos hemos propuesto instalarnos —el sentido salvífico del sufrimiento—, nos disponemos a llevar a cabo una pe­regrinación por los montes escarpados de la Biblia.
            Es la Biblia un territorio cruzado por contrastes: vida y muerte, lamentación y exaltación recorren sus rutas, a veces alternadamente, con frecuencia en confu­so tropel. Podemos agregar más: ningún otro libro sa­grado está tan marcado por la Biblia por las cicatrices de un sufrimiento multiforme, silencioso a veces, y ge­neralmente quejumbroso. A cualquier hora, en cual­quier rincón, resuenan agrios y amargos, los por qué, para qué, hasta cuándo. ¿Rebeldía? ¿Simple lamenta­ción?
            Cruzan sus páginas varias figuras dolientes, casi pa­téticas; y por medio de ellas, el libro aborda el misterio del dolor, sin solucionarlo satisfactoriamente, aunque nos ofrece vislumbres de solución; al final, la Cruz nos dará la solución completa.

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            Job, sea una personalidad histórica, legendaria o una figura literaria, es el arquetipo que nos presenta la Biblia del varón justo visitado y doblegado por la des­gracia.
            De entrada1 encontramos a Job nadando en riquezas y con una excelente imagen social: un varón justo. Este prestigio se debía en parte a que Job poseía riquezas, y éstas eran consideradas como una señal de la predilec­ción divina: por ser justo, Dios lo colma de bienes, y por nadar en la abundancia, Job bendice a Dios.       Una reciprocidad benevolente.
            Pero nace en el pueblo, y comienza a correr la sospe­cha de que la vida recta de Job es interesada. ¿Bendeci­ría Job a Dios si El lo desnudara de sus riquezas? Y el varón justo es sometido a prueba.
            Comenzando por la periferia, se inicia en torno a su persona, paso a paso, un progresivo e implacable despojamiento: caen los golpes primeramente sobre sus campos y rebaños. Job no se inmuta y sigue bendicien­do a Dios. Avanzando hacia el centro y estrechándose el cerco, caen sablazos a diestra y siniestra, hiriendo a sus criados, hijos, hijas, esposa. Job se mantiene ínte­gro. Se comenta en el pueblo: no se quiebra porque se ha respetado su persona; veremos qué pasa el día que toquen su piel.
            En un asalto nocturno y final, la enfermedad aborda, finalmente, el corazón de la fortaleza: la lepra acaba por transformar al pobre Job en un muladar de basura. Herido de muerte, rodeado de silencio y soledad, el varón justo se debate en una agonía que, además de cruel, es injusta. Era demasiado. Transpuestos todos los límites de la resistencia humana, Job estaba, final­mente, en una serie de imprecaciones contra la vida misma y de quejas y preguntas a Dios.

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Se le aproximan unos amigos para consolarlo; y tra­tan de hacerlo filosofando. Es un intento de justificar el Job, sea una personalidad histórica, legendaria o una figura literaria, es el arquetipo que nos presenta la Bi­blia del varón justo visitado y doblegado por la des­gracia.
De entrada1 encontramos a Job nadando en riquezas y con una excelente imagen social: un varón justo. Este prestigio se debía en parte a que Job poseía riquezas, y éstas eran consideradas como una señal de la predilec­ción divina: por ser justo, Dios lo colma de bienes, y por nadar en la abundancia, Job bendice a Dios. 

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