sábado, 26 de enero de 2013

Luchador político - II

Cuando un sistema político afirma que quiere estar en bue¬na relación con la Iglesia, y cuando en el pueblo queda todavía mucho de religión, es profundamente peligroso enarbolar la bandera de la contestación, si el contestatario no se presenta como un creyente que es capaz de orar, y que, de hecho, reza tanto o más que el más fiero defensor del sistema establecido. Porque si el contestatario no es hombre de oración, se le acusa de revolucionario a secas, y se desestima sin más; su fin será la cárcel, como si se tratase de un proceso político cualquiera. Sin embargo, el testimonio desconcertante se produce cuando el contestatario es también un contemplativo. 
Porque enton¬ces todo el mundo intuye que él no pretende derrocar un sistema para levantar otro sistema. Es decir, su intención no es ‘formalmente’ política, porque está por encima de toda política y va más allá de todas las políticas de este mundo. Necesitamos urgentemente recuperar la oración. No por¬que estemos cansados de luchas y vayamos a ceder en nuestro propósito, sino porque queremos luchar de otra manera: des¬de el Evangelio y con el espíritu de Jesús. Para decirle al mundo que si luchamos no es porque hayamos cambiado al hombre por Cristo, sino porque amamos tanto al hombre que estamos persuadidos de que no lo podemos alcanzar plena¬mente sino a través de Cristo. y si es verdad que eso supondrá muchas veces enfrentamiento y contradicción, no es menos cierto que eso llevará consigo y exigirá, con el mismo derecho, oración, eucaristía y desierto. 
Cuando un cristiano reza mucho y se compromete poco, es una persona alienada por la piedad religiosa. Pero cuando se compromete mucho y no sabe rezar ni le queda tiempo para eso, entonces yo pregunto: ¿qué alternativa realmente cristia¬na ofrecemos los creyentes en cuanto a la manera de entender la vida, las cuestiones últimas de la existencia y la manera de situarse los hombres en la sociedad? Decididamente, si el testimonio de los cristianos no es tam¬bién testimonio de oración, poco tiene que decir este testimo¬nio al mundo. 
Es más, ¿no ha llegado ya la hora de decir a este mundo que el estilo nuestro es un estilo diferente, el estilo que procede de la plegaria y se expresa no sólo en el compromiso, sino, además, en la contemplación?” (J. M. Castillo, La alternativa cristiana, Sígueme, Salamanca 1980, 223-225).

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