viernes, 21 de diciembre de 2012

Los secretos resortes


La madeja de la relación humana es de tal com­plejidad que, para desenredarla, se necesitaría escribir Otro libro. Tan sólo entregaré algunas pinceladas.
            Tú te presentas y actúas, supongamos, delante de quince personas; y, al final, cada uno de los asistentes tiene una apreciación diferente —intelectual y afecti­va— acerca de tu actuación e incluso de tu persona.
            Hay mil factores que influyen en esta apreciación: evocaciones, transferencias, sensibilidades, historias personales. A veces es un simple juego de afinidad: me cae bien” o no. Otras veces, tu presencia les re­cuerda a otra persona y te transfieren a ti las simpatías o antipatías que sienten por aquélla. Hay días en que todo se ve negro o todo azul, según la presión arterial, los metabolismos u otras alteraciones biológicas.
            No es raro que suceda lo siguiente: resulta que ellos tienen sus propios cuadros de valores, y detrás de ellos, naturalmente, y agazapados, sus intereses personales; pues bien, según la mentalidad o la escala de valores que perciban en ti, ellos se sentirán amenazados en sus intereses vitales, y todo ello influirá en la evaluación que hagan y en la actitud afectiva que asuman respecto de ti.
    Para unos has sido motivo de estímulo; para otros, de envidia; para otros, de emulación. Aceptado por unos, rechazado por otros, indiferente para la mayoría. Todas esas reacciones, sin embargo, poco dependen de ti mis­mo, o casi nada. El problema está, más bien, en ellos; pero ni ellos mismos son conscientes de sus propias reacciones; son factores temperamentales e historias personales que, a modo de mecanismos, condicionan su actitud respecto de ti.
    He puesto y analizado este ejemplo para que se vis­lumbren los resortes misteriosos que están en la base de las relaciones humanas.

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