martes, 4 de diciembre de 2012

Angustia y ansiedad


Frecuentemente se confunde la angustia con otros sentimientos similares, como congoja, aflicción, tedio... Incluso, aunque clínicamente sean perturbaciones es­trictamente diferenciadas, no rara vez se entrañan y se implican la depresión y la angustia; y, desde luego, la obsesión y la angustia se comportan, alternativamente, como madre e hija.
            Es conveniente subrayar la diferencia que existe en­tre inquietud, ansiedad y angustia. En la inquietud predomina la sensación física, sin que, no obstante, se produzca ahogo u opresión. Además, la inquietud es tan sólo una sensación, sin llegar a ser un sentimiento; no llega, pues, a alterar el sistema afectivo.
            Sin embargo, lo que importa, en el terreno de las distinciones, es diferenciar netamente la ansiedad de la angustia.

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            En la angustia, la sensación de opresión repercute especialmente en la región epigástrica, con dificultades de respiración, y todo envuelto en un halo de tristeza. En la ansiedad, en cambio, el malestar se circunscribe al plano torácico.
    Esto es: en la angustia hay una reacción física que se exterioriza como una sensación de apretura, ahogo y encogimiento. Es una sensación profunda que afecta directamente a la zona visceral, pero también se locali­za en el plexo solar, en la zona precordial y en la gar­ganta, y siempre con carácter de opresión y apretura. En cambio, la ansiedad es una perturbación más bien psíquica, se experimenta como una impresión de inseguridad y es más bien de carácter cerebral que somático.
            La angustia, por lo dicho, tiene un efecto más sobre­cogedor y paralizante. En la ansiedad, en cambio, se produce un efecto de sobresalto, con tendencia a la fuga.
            Ante un peligro exterior, por ejemplo, en el caso de la angustia, el sobrecogimiento se apodera de la zona profunda de las vísceras, y quien lo experimenta queda acorralado, atrapado, inerte. Tratándose, en cambio, de la ansiedad, el sobresalto impulsa al sujeto a buscar la solución.
            En suma, la angustia es más profunda, somática y visceral. La ansiedad, en cambio, es más bien cerebral y psíquica.
            En la mayoría de los casos coexisten simultáneamen­te la angustia y la ansiedad, y en una amalgama tan confusa que es difícil distinguir las fronteras divisorias entre la una y la otra o cuál de ellas prevalece. Con frecuencia, sin embargo, existe la ansiedad sin angus­tia, y viceversa.
            Resumiendo, podemos decir que la angustia y la an­siedad son matices diferentes de una misma experien­cia. Por eso, en otros idiomas, como el inglés, existe una sola palabra para designar a ambas: anxiety.
            Es fácil también confundir la angustia con el miedo; y, desde luego, no deja de haber en toda angustia una buena dosis de miedo. Aunque, teóricamente, el miedo tiene su propio objeto, del que carece la angustia, sin embargo, en el plano existencial existen transiciones entre ambos. El pueblo usa con frecuencia la expresión miedo angustioso. Mucho más emparentado con la angustia se halla el temor, por ser un sentimiento ante lo desconocido.
            Como se ve, los estados de ánimo se entrecruzan, y se dan frecuentemente transiciones entre la angustia, el miedo, la ansiedad, el temor, la obsesión y la tristeza.

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