martes, 13 de noviembre de 2012

Un enemigo invisible: la rutina - I


Es como la blanca termita, que, silenciosa e invisible, avanza por las entrañas de la madera, hasta corroerla y debilitar los fundamentos del edificio; es como la pe­numbra que, imperceptiblemente, se desliza en los aposentos interiores a la hora del crepúsculo: por no ser luz, no es amada; por no ser oscuridad, no es temi­da.   Y así, pasa desapercibida. Se la llama rutina.
    No es carcinoma ni tampoco un virus. No aparece tipificada en ningún cuadro patológico. Los profesio­nales no la conocen, o al menos no se preocupan de ella. Por eso nadie estudia su etiología ni se buscan remedios para combatirla. No se mete en aventuras ni se mezcla en escándalos. Pasa tan desapercibida, que nadie se asusta ni siquiera de su sombra.

* * *

            Sin embargo, y por lo dicho, la rutina es la fuerza más desestabilizadora de las instituciones humanas y de la vida misma. Por de pronto, es, sin duda alguna, el roedor más temible de la institución matrimonial. Más allá de los problemas de adaptación que pueden surgir entre los esposos, ya desde el viaje de luna de miel comienza la rutina a socavar las raíces de la ilu­sión y el amor.
            Se hace presente en las oficinas de los profesionales, en las actividades de los sacerdotes, en las tareas mater­nales, en la vida de las comunidades y los grupos; en fin, se apodera de todo el quehacer humano, hasta re­ducirlo todo a monotonía y aburrimiento. Por los efec­tos de la rutina, las personas experimentan una constante caída de tensión en sus compromisos, pierden el ímpetu inicial, aflojan en el entusiasmo. Y aparece la apatía, desfallece la ilusión y se hace presente la tibieza. Nada es frío ni caliente, y por eso todo acaba causando tedio.
            Una preciosa melodía que hoy nos arrebata, luego de escucharla quince veces, ya no nos gusta tanto, porque se nos está gastando. Si la oímos treinta veces, acaba por aburrirnos; y después de escucharla cincuenta ve­ces, nos produce hastío. Un manjar exquisito, repetido durante varios días, mañana y tarde, primero cansa; luego, fastidia, y, finalmente, nos provoca náuseas.

* * *

No hay comentarios:

Publicar un comentario