lunes, 19 de noviembre de 2012

Las obsesiones -Ejemplos - II


El pensamiento obsesivo se manifiesta frecuente­mente en forma de interrogación, la cual incluye el miedo, que, a su vez, es un auténtico detonante:

            ¿Y si no duermo esta noche? Esta duda se torna ob­sesión, y la obsesión en angustia, y la angustia les impide dormir.

            ¿Y si me pongo colorado ante esta persona? La idea fija y el miedo desencadenan un proceso, y le salen todos los colores. Lo que tanto temía y se esforzaba por reprimir, se le impone.

            ¿Quién sabe si la presencia de fulano en la sala, du­rante mi charla, no me pondrá nervioso? Y, efectiva­mente, la fijación de esa persona le bloquea completa­mente la inspiración.
Como se ve, la duda y el miedo actúan como deto­nantes.

* * *

    El barullo de la calle, el tictac del reloj, el ruido del agua, ¿no me perturbarán el sueño? Y se lo perturban.
    ¿No me impedirá estudiar el ruido del televisor? Y, por supuesto, se lo impide; pero no es el mido, sino la idea obsesiva del ruido.
    ¿No me impedirán dormir los ronquidos de mi com­pañero de habitación? Y claro que se lo impiden; pero no son los ronquidos, sino la idea fija de los ronquidos.
    Sabes que aquella persona piensa y dice que tú eres antipático. Te encuentras con ella, tratas de mostrarte simpático, pero te comportas con mayor torpeza que nunca. La idea obsesiva desencadena el proceso contrario: lo que intentabas evitar se te impone y domina.
    ¿Y si no doy bien la lección, si esta operación no me resulta, si se me olvida toda la materia de examen? Y claro que se le olvida, y opera desmañadamente, y da la lección de la manera más deslucida.
    La mayor parte de las llamadas dudas de fe se redu­cen a eso: el miedo represivo hace que aquello que se quiere evitar se le imponga y lo domine a uno. No son, pues, dudas de fe, sino reacciones psicológicas.
    La misma cosa acontece con los pensamientos o de­seos deshonestos: lo que se teme y reprime contraataca en la medida en que se reprime; es como un resorte demasiado apretado: cuanto más se lo fuerza, más fácilmente salta.
            La duda degenera casi siempre en inquietud obsesi­va; en relación con la salvación eterna, se plantea de esta forma: ¿quién sabe si me salvaré? ¿Y si estuviera predestinado a la condenación eterna? He conocido sacerdotes ya ancianos con dudas (duda obsesiva) acer­ca de la validez de su vocación, y, por consiguiente, de sus misas y confesiones. ¿Cabe angustia mayor? La re­ligión sobre todo si está basada en la culpa y el temor, es una de las fuentes más profundas de obsesión y an­gustia. Hay personas que se confiesan diariamente, y aun varias veces por día, porque se les pone en a cabeza que no manifestaron bien sus pecados. Y cuantas más veces se confiesan, más intranquilos están..., pensando si habrán consentido en tales o cuales pensamientos o imaginaciones. ¡ Una tortura! Y dicen: si yo no tuviera el aguijón de estos escrúpulos sería la criatura más di­chosa del mundo

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