jueves, 8 de noviembre de 2012

La hermana enfermedad


El aguijón de la enfermedad no es el dolor físico, ni la distorsión orgánica, ni siquiera las limitaciones de que rodea al sujeto, sino la perturbación mental.
    Un perrito puede tener el colon irritado o insuficien­cia coronaria; pero como no está vuelto sobre sí mismo ni pensando en su dolor o enfermedad, sino que vive “fuera de sí”, apenas sufre.
    El perrito no molesta a la enfermedad con su irrita­ción; deja en paz a la enfermedad, y así ésta no es una vecina molesta para él, sino una compañera de cami­no, casi una amiga.
    He ahí la senda de la sabiduría. Una vez que el hom­bre ha hecho y está haciendo cuanto está en sus manos para vencer la enfermedad, debe deponer toda agresividad, no irritarse contra ella, no entrar en enemistad con ella, dejarla en paz.
            Y si va a ser porfiadamente acompañado por la en­fermedad a lo largo de los días, que no sea en calidad de enemiga, sino de hermana y amiga. Todo cuanto se acepta se transforma en amigo, en una reconciliación sin fronteras.
            ¡La hermana enfermedad!

* * *

            Acepta con paz cualquier defecto corporal: reuma, artrosis, cojera, miopía, calvicie, canicie, dentadura defectuosa, nariz prominente, ojos apagados...; deforma­ciones o malformaciones en el rostro, la boca, la piel, el cuello, los brazos, la espalda, las manos, las piernas...; deficiencias en el oír, en el andar, en el hablar...
            No avergonzarse de nada, no entristecerse, no rubo­rizarse, no irritarse, no resistir; aceptarlo todo tal como es, dejar que todo sea hacerse amigo de esas deficien­cias, ver los ángulos positivos, agradecer... pensar que, si eres miope, pudiste haber nacido ciego; si no eres bello, podrías haber sido contrahecho.
            A pesar de todo, eres una maravilla, y ¡gracias!

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