domingo, 25 de noviembre de 2012

Ecología relacional para sanar

Hace ya diez años que la boliviana Claudia Jimeno, psicóloga titulada en Hungría, trabaja con el famoso Método Espere (Énergie Spécifique Pour une Écologie Relationnelle Essentielle/ Energía específica para una ecología relacional esencial), desarrollado por el llamado “genio de la comunicación relacional”, el francés Jacques Salome, y los resultados según esta terapeuta son sorprendentes.

El método que creó Salome, un psicólogo y sociólogo que ha trabajado en diversos ámbitos, entre ellos los reformatorios para jóvenes inadaptados, atañe a la relación entre padres e hijos, de pareja, pero también a la del ser humano con su propio cuerpo.

Lo que el cuerpo escupe

Según Claudia Jimeno, que permanecerá en La Paz por los siguientes dos meses para impartir talleres, cursos y terapias individuales, una enfermedad o una afección física cualquiera, por pequeña que sea, no se manifiesta por casualidad.

Es la consecuencia de algún suceso, de emociones o es el resultado de las situaciones vividas en alguna relación interpersonal. “El cuerpo escupe las cosas que nosotros nos tragamos y nos tragamos enojos, palabras, situaciones que queremos esconder”, sostiene.

El método Espere trabaja con herramientas visuales y con símbolos. El paciente elige un objeto por medio del cual representa, por ejemplo, una enfermedad, cuyo sentido y causa se empiezan a desentrañar a partir de ahí.

El miedo, hasta los huesos

“Hace algún tiempo vino a consulta una paciente que padecía cáncer de huesos. Le pedí que elija entre varios objetos uno que para ella representara su enfermedad. Eligió una serpiente”, dice Claudia.

Después de un largo periodo de sesiones, la paciente recordó una situación de su infancia. Cuando era pequeña, su madre la pegaba. “Un día su mamá la estaba correteando en el patio para pegarla y ella sentía muchísimo miedo. Se metió a una especie de pasadizo que se conectaba con la casa de al lado, pero estaba bloqueado. La niña vio cómo su madre se acercaba y sintió un miedo terrible. Tenía cuatro años”, relata.

Entonces, la terapeuta le pidió nuevamente que represente su miedo por medio de un objeto y la mujer volvió a elegir la misma serpiente para simbolizar su enfermedad. A lo largo de la terapia, se habían abordado diversos temas, relaciones y conflictos, pero el miedo a la madre se encontraba en la base de todo. Cuando se descubre la raíz del problema, se lleva a cabo una restitución que concluye con la situación y cierra el conflicto.

“En este caso ayudé a la paciente a contactarse con la niña que había sido para que le diga a su madre lo que había sentido y cierre así la situación”, cuenta la psicóloga. Lo que la mujer le pudo decir a la madre fue que “tenía tanto miedo que ese día el miedo se me metió en los huesos”.

Un tiempo después la paciente acudió a su periódico control médico y descubrió que el cáncer había desaparecido. La curación no se da de un momento a otro, sino a partir de un trabajo intenso con el paciente. Pero los exámenes médicos regulares ayudan a determinar si la terapia va por buen camino. En la mayoría de las ocasiones, no es una sola cosa la que el cuerpo intenta decir, sino “muchas cosas a la vez”.

Según esta psicóloga, también es posible que otras personas somaticen y hagan suyos problemas o conflictos que no les corresponden.

Claudia recuerda el caso de una madre que llegó a su consulta porque su hijo estaba perdiendo la visión del ojo izquierdo. La mujer estaba desesperada; los médicos le habían anunciado que el problema podía detenerse, pero era muy difícil que su hijo recuperara lo que en apariencia ya había perdido.

“Lo que hice no fue trabajar con el niño, sino con ella, con el miedo y la desesperación que sentía por la salud del hijo”, asegura. La terapia reveló que el padre del menor, antes de casarse con ella, había decidido alejarse por un tiempo. La mujer había sufrido mucho durante el tiempo de esa separación, pero resolvió olvidar el incidente cuando él regresó. No era su propio cuerpo el que estaba “escupiendo” el dolor que ella había querido “tragarse”, sino el de su hijo. El niño le estaba mostrando lo que ella había evitado ver.

Claudia le explicó que debía contarle a su esposo lo que hasta entonces había callado y decirle a su hijo que se había hecho cargo de un asunto en el que no jugaba papel alguno. Para sorpresa del oculista, el niño empezó a recuperar muy rápido la visión, sólo con los ejercicios que le había dado. “Hay cosas que parecen milagrosas, pero que en realidad no lo son tanto”, dice Claudia.

El método trata el sobrepeso, el resfrío, las alegrías e incluso los accidentes que parecen algo aleatorios, pero que en realidad son parte de un lenguaje mediante el cual el cuerpo expresa conflictos que no han sido resueltos.

De compromisos imaginados

Pero los talleres de Claudia abordan, además, otros temas, como las relaciones de pareja y entre padres e hijos. Esta psicóloga ofrece herramientas prácticas y sencillas para mejorar la comunicación.

La psicóloga revela que, por ejemplo, en las relaciones de pareja el compromiso se da mucho más tarde de lo que la gente suele suponer. “Nos encontramos con alguien y sentimos que es lindo pasar el tiempo juntos, el método llama esto ‘relación de encuentro’; también intervienen las relaciones sexuales, porque si no somos sólo amigos. Pueden pasar años y nosotros creemos que tenemos pareja y que tenemos un compromiso, cuando en realidad no es así. El compromiso debe ser hablado y puesto en claro de manera concreta”, señala. “No hay compromisos tácitos. Mientras no haya nada hablado, no hay nada. Por lo general, son las mujeres las que creen que tienen un compromiso que es tácito y los hombres siguen en la relación de encuentro”, afirma.

Según la terapeuta, hombres y mujeres siguen una dinámica distinta en lo que se refiere a su comportamiento. “Fisiológica, orgánica y hasta emocionalmente percibimos las cosas de manera distinta y las mujeres tienden a asumir compromisos más rápidamente; incluso nuestras conexiones neuronales son distintas. Y todo va a ser diferente porque percibimos el mundo de otra manera. La comunicación significa ‘poner en común’”.

“Tú (no) ‘me haces’ feliz”

La puesta en común implica tomar entera responsabilidad por lo que uno siente. Según Claudia, en estos asuntos no se puede hablar de una “realidad objetiva”, sino solamente de percepciones. Si uno se pasa la vida “interpretando” y reaccionando frente al comportamiento de los demás, se olvida de sí mismo.

“Si nosotros nos ponemos a dirigir la vida del otro, no nos miramos a nosotros mismos. Es como meternos en la casa de alguien para decirle que lave sus ventanas o tienda su cama y, mientras tanto, en nuestra propia casa no hay nadie. El método te enseña a volver un poco hacia ti y a comunicar lo que tú realmente estás viviendo”. Una de las herramientas más importantes es no hablar del otro ni decirle “tú me haces renegar”, ni siquiera “tú me haces feliz”, sino más bien “yo reniego” o “me siento feliz cuando estoy contigo”.

“Por la experiencia que tengo, empezar las frases con ‘yo’ reduce en un 50% los conflictos en todas las relaciones. Eso es diferente de toda la dinámica de reproches y pinchazos y, cuando se trata con niños, eso es terrible”, sostiene la terapeuta.

ejercicios que le había dado. “Hay cosas que parecen milagrosas, pero que en realidad no lo son tanto”, dice Claudia. El método trata el sobrepeso, el resfrío, las alegrías e incluso los accidentes que parecen algo aleatorios, pero que en realidad son parte de un lenguaje mediante el cual el cuerpo expresa conflictos que no han sido resueltos. De compromisos imaginados Pero los talleres de Claudia abordan, además, otros temas, como las relaciones de pareja y entre padres e hijos. Esta psicóloga ofrece herramientas prácticas y sencillas para mejorar la comunicación. La psicóloga revela que, por ejemplo, en las relaciones de pareja el compromiso se da mucho más tarde de lo que la gente suele suponer. “Nos encontramos con alguien y sentimos que es lindo pasar el tiempo juntos, el método llama esto ‘relación de encuentro’; también intervienen las relaciones sexuales, porque si no somos sólo amigos. Pueden pasar años y nosotros creemos que tenemos pareja y que tenemos un compromiso, cuando en realidad no es así. El compromiso debe ser hablado y puesto en claro de manera concreta”, señala. “No hay compromisos tácitos. Mientras no haya nada hablado, no hay nada. Por lo general, son las mujeres las que creen que tienen un compromiso que es tácito y los hombres siguen en la relación de encuentro”, afirma. Según la terapeuta, hombres y mujeres siguen una dinámica distinta en lo que se refiere a su comportamiento. “Fisiológica, orgánica y hasta emocionalmente percibimos las cosas de manera distinta y las mujeres tienden a asumir compromisos más rápidamente; incluso nuestras conexiones neuronales son distintas. Y todo va a ser diferente porque percibimos el mundo de otra manera. La comunicación significa ‘poner en común’”. “Tú (no) ‘me haces’ feliz” La puesta en común implica tomar entera responsabilidad por lo que uno siente. Según Claudia, en estos asuntos no se puede hablar de una “realidad objetiva”, sino solamente de percepciones. Si uno se pasa la vida “interpretando” y reaccionando frente al comportamiento de los demás, se olvida de sí mismo. “Si nosotros nos ponemos a dirigir la vida del otro, no nos miramos a nosotros mismos. Es como meternos en la casa de alguien para decirle que lave sus ventanas o tienda su cama y, mientras tanto, en nuestra propia casa no hay nadie. El método te enseña a volver un poco hacia ti y a comunicar lo que tú realmente estás viviendo”. Una de las herramientas más importantes es no hablar del otro ni decirle “tú me haces renegar”, ni siquiera “tú me haces feliz”, sino más bien “yo reniego” o “me siento feliz cuando estoy contigo”. “Por la experiencia que tengo, empezar las frases con ‘yo’ reduce en un 50% los conflictos en todas las relaciones. Eso es diferente de toda la dinámica de reproches y pinchazos y, cuando se trata con niños, eso es terrible”, sostiene la terapeuta.ejercicios que le había dado. “Hay cosas que parecen milagrosas, pero que en realidad no lo son tanto”, dice Claudia. El método trata el sobrepeso, el resfrío, las alegrías e incluso los accidentes que parecen algo aleatorios, pero que en realidad son parte de un lenguaje mediante el cual el cuerpo expresa conflictos que no han sido resueltos. De compromisos imaginados Pero los talleres de Claudia abordan, además, otros temas, como las relaciones de pareja y entre padres e hijos. Esta psicóloga ofrece herramientas prácticas y sencillas para mejorar la comunicación. La psicóloga revela que, por ejemplo, en las relaciones de pareja el compromiso se da mucho más tarde de lo que la gente suele suponer. “Nos encontramos con alguien y sentimos que es lindo pasar el tiempo juntos, el método llama esto ‘relación de encuentro’; también intervienen las relaciones sexuales, porque si no somos sólo amigos. Pueden pasar años y nosotros creemos que tenemos pareja y que tenemos un compromiso, cuando en realidad no es así. El compromiso debe ser hablado y puesto en claro de manera concreta”, señala. “No hay compromisos tácitos. Mientras no haya nada hablado, no hay nada. Por lo general, son las mujeres las que creen que tienen un compromiso que es tácito y los hombres siguen en la relación de encuentro”, afirma. Según la terapeuta, hombres y mujeres siguen una dinámica distinta en lo que se refiere a su comportamiento. “Fisiológica, orgánica y hasta emocionalmente percibimos las cosas de manera distinta y las mujeres tienden a asumir compromisos más rápidamente; incluso nuestras conexiones neuronales son distintas. Y todo va a ser diferente porque percibimos el mundo de otra manera. La comunicación significa ‘poner en común’”. “Tú (no) ‘me haces’ feliz” La puesta en común implica tomar entera responsabilidad por lo que uno siente. Según Claudia, en estos asuntos no se puede hablar de una “realidad objetiva”, sino solamente de percepciones. Si uno se pasa la vida “interpretando” y reaccionando frente al comportamiento de los demás, se olvida de sí mismo. “Si nosotros nos ponemos a dirigir la vida del otro, no nos miramos a nosotros mismos. Es como meternos en la casa de alguien para decirle que lave sus ventanas o tienda su cama y, mientras tanto, en nuestra propia casa no hay nadie. El método te enseña a volver un poco hacia ti y a comunicar lo que tú realmente estás viviendo”. Una de las herramientas más importantes es no hablar del otro ni decirle “tú me haces renegar”, ni siquiera “tú me haces feliz”, sino más bien “yo reniego” o “me siento feliz cuando estoy contigo”. “Por la experiencia que tengo, empezar las frases con ‘yo’ reduce en un 50% los conflictos en todas las relaciones. Eso es diferente de toda la dinámica de reproches y pinchazos y, cuando se trata con niños, eso es terrible”, sostiene la terapeuta.ejercicios que le había dado. “Hay cosas que parecen milagrosas, pero que en realidad no lo son tanto”, dice Claudia. El método trata el sobrepeso, el resfrío, las alegrías e incluso los accidentes que parecen algo aleatorios, pero que en realidad son parte de un lenguaje mediante el cual el cuerpo expresa conflictos que no han sido resueltos. De compromisos imaginados Pero los talleres de Claudia abordan, además, otros temas, como las relaciones de pareja y entre padres e hijos. Esta psicóloga ofrece herramientas prácticas y sencillas para mejorar la comunicación. La psicóloga revela que, por ejemplo, en las relaciones de pareja el compromiso se da mucho más tarde de lo que la gente suele suponer. “Nos encontramos con alguien y sentimos que es lindo pasar el tiempo juntos, el método llama esto ‘relación de encuentro’; también intervienen las relaciones sexuales, porque si no somos sólo amigos. Pueden pasar años y nosotros creemos que tenemos pareja y que tenemos un compromiso, cuando en realidad no es así. El compromiso debe ser hablado y puesto en claro de manera concreta”, señala. “No hay compromisos tácitos. Mientras no haya nada hablado, no hay nada. Por lo general, son las mujeres las que creen que tienen un compromiso que es tácito y los hombres siguen en la relación de encuentro”, afirma. Según la terapeuta, hombres y mujeres siguen una dinámica distinta en lo que se refiere a su comportamiento. “Fisiológica, orgánica y hasta emocionalmente percibimos las cosas de manera distinta y las mujeres tienden a asumir compromisos más rápidamente; incluso nuestras conexiones neuronales son distintas. Y todo va a ser diferente porque percibimos el mundo de otra manera. La comunicación significa ‘poner en común’”. “Tú (no) ‘me haces’ feliz” La puesta en común implica tomar entera responsabilidad por lo que uno siente. Según Claudia, en estos asuntos no se puede hablar de una “realidad objetiva”, sino solamente de percepciones. Si uno se pasa la vida “interpretando” y reaccionando frente al comportamiento de los demás, se olvida de sí mismo. “Si nosotros nos ponemos a dirigir la vida del otro, no nos miramos a nosotros mismos. Es como meternos en la casa de alguien para decirle que lave sus ventanas o tienda su cama y, mientras tanto, en nuestra propia casa no hay nadie. El método te enseña a volver un poco hacia ti y a comunicar lo que tú realmente estás viviendo”. Una de las herramientas más importantes es no hablar del otro ni decirle “tú me haces renegar”, ni siquiera “tú me haces feliz”, sino más bien “yo reniego” o “me siento feliz cuando estoy contigo”. “Por la experiencia que tengo, empezar las frases con ‘yo’ reduce en un 50% los conflictos en todas las relaciones. Eso es diferente de toda la dinámica de reproches y pinchazos y, cuando se trata con niños, eso es terrible”, sostiene la terapeuta.

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