viernes, 30 de noviembre de 2012

Constitución genética y personalidad - V


Una familia con idénticos progenitores y un mismo ambiente genera personalidades tan diferentes que, a veces, los hermanos no se parecen para nada unos a otros en ningún sentido.
En general, en cada grupo familiar se dan elementos comunes: físicamente, todos los hermanos son parecidos; se da bastante semejanza en cuanto a inteligencia y tiempos de reacción (primarios, secundarios); la semejanza se va desdibujando en lo que se refiere a estruc­turas temperamentales, sensibilidad, estados de ánimo y propensión neurótica. Finalmente, el parecido se es­fuma casi por completo en lo referente a opiniones, es­cala de valores, creencias religiosas, áreas de interés. A pesar de todas las convergencias, siempre nos topamos con el misterio inédito y absoluto de cada persona.

            En cualquier grupo humano, entre cien personas en­contraremos diez que son zurdas. Desde los primeros años, el zurdo recibe una fuerte presión del ambiente social que le rodea para utilizar la mano derecha. Pero no puede hacerlo; lo que quiere decir que dispone de una estructura cerebral que le impele a utilizar la mano izquierda.
            De manera análoga, el ambiente cultural presiona al ciudadano para no atentar contra su vida o la de los demás, a moderar los impulsos sexuales o las inclina­ciones alcohólicas, a respetar la propiedad privada, etcétera; no sólo está amenazado por la presión social, sino también por las leyes penales. Pues bien, si a pesar de todo hay personas que cometen infracciones en esos campos, quiere decir que su comportamiento delictivo responde a una fuerte inclinación congénita y que su libertad está limitada en ese ámbito.
            ¿Hasta qué punto, por ejemplo, un cleptómano es libre para no robar?

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