lunes, 29 de octubre de 2012

Los disgustos


Hoy más que nunca hay una sólida verdad, y es ésta: mente es el nuevo nombre de “infierno”. Infierno significa sin salida, y donde no hay salidas, hay angus­tia. Y angustia vale tanto como angostura, estrechamiento. Con sus muros circulares, la mente aprieta y estrecha entre sus anillos al pobre ser humano, que ex­perimenta una sensación de ahogo y asfixia, como de quien tiene todas las salidas clausuradas.
            Ya lo hemos afirmado anteriormente, y en las páginas que siguen vamos a desempolvar y airear esta verdad, noche terrible de la que es preciso despertar y salir: la masa general del sufrimiento humano es un producto de la mente. Para decirlo de una manera gráfica, el 90 por 100 del sufrimiento humano es materia subjetiva, como lo veremos a continuación. Naturalmente, no se trata de una proporcionalidad matemática, sino aproxi­mativa.
    Y este dato no es una amarga noticia, sino una buena nueva, porque está en nuestras manos la posibilidad de neutralizar, atenuar o transformar este subproducto de la existencia humana.

* * *

    Somos nosotros mismos quienes engendramos los disgustos. Supongamos que hace tres meses te viste envuelto en aquel escándalo: fue una situación injusta en la que ciertas personas levantaron un edificio de supo­siciones gratuitas sobre un hecho real de tu vida, y tu prestigio rodó por los suelos. Todo ese desgraciado conjunto de circunstancias ya es un hecho consumado, y quedó allí para siempre anclado en el espacio y en el tiempo.
            Si tú relegas al pasado ese suceso, lo olvidas, ya no existe para ti. Pero eres tú (¡despierta!) quien ahora rehace aquella pesada cadena de desgracias, y comien­zas a recordar aquellos hechos, removiéndolos y reviviéndolos en tu mente como si acabaran de suceder; y luego te enciendes en furia, rabia y vergüenza, como si estuvieras metido en un círculo de fuego..., y es ahora cuando un hecho pasado se transforma en disgusto. Pero eres tú (¡atención!), sólo tú, quien está transfor­mando un acontecimiento de tu historia pasada en un disgusto.
            El disgusto es, pues, un producto de tu mente. Des­pierta y despréndete de los recuerdos dolorosos. ¡Basta de sufrir!

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