viernes, 4 de mayo de 2012

El BOCHORNO que no le perdoné

Uno puede haber hecho todos los movimientos perfectos para conquistar a una mujer hasta que comete un error imperdonable. A veces es culpa de uno, a veces ellas son demasiado exquisitas. En estas páginas, féminas consultadas vía Facebook nos cuentan algunos bochornos que han pasado por culpa de algún ejemplar masculino al que “el chistecito” le significó el adiós definitivo.

“Todavía recuerdo al imbécil al que pesqué in fraganti cenando con otra chica”, recuerda Marisol. “La verdad, podía no haberme dado cuenta hasta que él me dijo, en público y voz alta, ‘pero mi amor, pensé que querías un trío, estaba buscando una candidata’. ¡Me puse como el diablo!”.

Los modales en la mesa valen muchísimos puntos en una cita. “El tipo era tierno y encantador, pero comía como un cerdo”, cuenta Raquel. “Nos sentamos en la mesa y cuando llegó la sopa, la levantó con las manos y empezó a sorber como recién salido de la selva. Casi me meto debajo del mantel. Jamás lo volví a ver.”

¿Qué puede arruinar una tórrida noche de pasión? “Encantada acepté ir a un hotel con un hombre muy seductor. La pasé increíble hasta que, antes de irnos, el tipo me dijo que se olvidó la billetera y me pidió que fuera a traerla mientras él se quedaba de prenda... ¡Qué tipo más cínico!”, cuenta enfurecida Lucrecia.

“Una vez mi chico se embriagó hasta las patas y, cuando se indispuso porque quería vomitar... ¡se le cayó su dentadura postiza! Estaba yo con mis amigos y fue una gran vergüenza”, se ríe Rosario. “Lo peor fue que al día siguiente me dijo que había sufrido un accidente y que perdió los dientes, o sea, ni se acordó que yo lo vi sin su dentadura”.

“En el último año del colegio salimos con casi todo mi curso a una fiesta. Mi novio ya estaba en la universidad y tenía tarjeta de crédito, era lo único que manejaba para pagar. Ya a punto de entrar a la disco fuimos a sacar plata, pero el cajero se tragó su tarjeta y él no tenía ni un solo peso en el bolsillo. Yo era muy niña y llevaba diez bolivianos encima. Él se avergonzó mucho y renegó, así que nos peleamos y se fue. Yo me quedé con mis amigos porque tenía ganas de ir a bailar, lo que causó otra terrible pelea y terminamos”, relata Janice.

“Un novio me dijo que se iba a España por un mes. A los días, estaba en la calle con mis amigas y una me dijo: ‘¿Ese no es tu chico?’. El otro se puso pálido, se acercó y frente a ellas me dijo: “Este... nunca me fui a España, tenía miedo de terminarte”.

De todas las anécdotas, las más comunes son con alcohol. “Tras una parrillada con sus amigos me dio alcance en un boliche. Llegó apestando a humo, sudor y trago. Luego empezó a tomar una copa de vino de otra mesa... gritaba, se caía... ¡qué horror!”, todavía se lamenta Ximena.

Peatón enfurecido

“Caminábamos por la Plaza del Estudiante y un taxista nos tocó bocina. Mi novio era algo histérico y lo desafió a pelear. Como el taxista no se bajó del auto, el chico no atinó a abrir la puerta y se metió por la ventana a pegarle al hombre. Yo, en pleno llanto desconsolado, trataba de sacarlo jalándole las piernas hacia afuera y se me rompieron las uñas”, rememora Lía.

Tragos y más tragos

“Era pasante en una fundación. Un día, la secretaria me anunció que tenía una visita. Entonces apareció un pretendiente con flores. El problema fue que el ramo estaba totalmente destrozado porque el tipo se había tomado hasta el agua del florero y apestaba a trago. Toda la oficina lo vio y entonces lo odié: a él y a la secretaria, por dejarlo pasar”, aclara Clío.

Lametazo

“Era la primera cita y fuimos a cenar. Él se pidió una hamburguesa y, luego de terminársela, levantó el plato y empezó a lamer los restos de salsa. Todoel mundo miraba”, recuerda Jessy.

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