domingo, 29 de abril de 2012

¡Vive feliz, te lo suplico!

No te inquietés por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío.
¡Quiere lo que Dios quiere para vos! Ofrecele, en medio de inquietudes y dificultades, el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de su Providencia.
Poco importa que te creás un frustrado si Dios te considera plenamente realizado a su gusto.
Despreocupate, confiá ciegamente en ese Dios que te quiere para sí, y que está en vos aunque jamás lo veas.
Pensá que estás en sus manos, tanto más firmemente agarrado cuanto más decaído y triste te encontrés.
¡Viví feliz! ¡Te lo suplico! Que nada sea capaz de quitarte tu paz, ni la fatiga síquica, ni tus fallas morales...
Conservá siempre sobre tu rostro una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma, colocá, antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recordá esto: cuanto te reprime o inquieta es falso y desaparecerá. Es pasajero.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando estés apesadumbrado y triste, solo confiá. Dios nos pone pruebas. Son para purificarnos y probarnos a nosotros mismos de todo lo que somos capaces como hijos benditos de Dios. Así que amemos lo que Dios ha querido hoy para nosotros. (De Teilhard de Chardin).

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