jueves, 19 de abril de 2012

¿Cuántas veces, en nuestra vida diaria, nos hemos sentido aburridos, desganados o hartos de la cotidianeidad?

Una de las razones de la falta de placer en nuestras vidas es que intentamos divertirnos con cosas serias, mientras que actuamos seriamente cuando deberíamos divertirnos. Un partido de cartas o de tenis podría jugarse sólo por diversión, pero muchas veces tomamos estas actividades tan seriamente, como si la vida o la muerte dependieran del resultado, y esta seriedad es la que disipa el placer. Por otra parte, actividades realmente serias como el sexo, el consumo de alcohol y/o drogas, o conducir a alta velocidad, se practican a menudo como diversiones.

La diversión como placer se relaciona directamente con la posibilidad de mantenernos fieles a nuestra realidad interior, de saber lo que uno es y lo que siente. En el extremo opuesto nos encontramos con el concepto de diversión como huída, que está relacionado con la idea de aventura, con la necesidad de escaparnos de los problemas, conflictos y sentimientos que parecen abrumadores. Muchas veces la búsqueda de diversiones de los adultos en realidad termina socavando la capacidad de sentir placer, ya que ésta exige una actitud seria hacia la vida, un compromiso con la propia existencia y con el propio trabajo. Debemos tener en cuenta también que poder sentir placer depende mucho del estado de ánimo de la persona y es necesaria una coincidencia entre el estado interior y la situación externa. Un entretenimiento es placentero sólo cuando la persona está de humor como para entretenerse, al margen de que no a todos nos divierten las mismas cosas. Esto parece una obviedad, pero no lo es tanto cuando pensamos en las veces que hacemos algo impulsados por lo que hace la mayoría, o por lo que se espera de nosotros, en lugar de escuchar nuestra propia necesidad.

En toda experiencia de verdadera diversión o felicidad subyace una sensación corporal de placer, pero no es necesario divertirse o ser feliz para experimentarla. Se puede sentirlo en las circunstancias comunes de la vida, ya que es un modo de ser y éste se logra cuando los movimientos del cuerpo fluyen libres, rítmicamente y en armonía con lo que lo rodea. Este placer corporal, que se logra respirando plenamente y liberándonos de las tensiones musculares crónicas que nos oprimen, es el fundamento de una vida feliz, dado que sin él la vida se transforma en la necesidad sombría de sobrevivir.

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