domingo, 9 de octubre de 2011

El extraño

Antes que yo naciera, mi padre conoció a un extraño, recién llegado a nuestra pequeña población.
Mi padre quedó fascinado con este encantador personaje; lo invitó a que viviera con nuestra familia.
El extraño aceptó y desde entonces está con nosotros.
Mientras yo crecía, nunca pregunté su lugar en mi familia; en mi mente ya tenía un lugar muy especial.
Mi mamá me dijo lo que era bueno y lo que era malo y mi papá me enseñó a obedecer.
Pero el extraño era nuestro narrador. Nos mantenía hechizados por horas con aventuras, misterios y comedias. Siempre tenía respuestas para cualquier cosa que quisiéramos saber de política, historia o ciencia.
Llevó a mi familia al primer partido de fútbol. Me hacia reír, y me hacía llorar. Nunca paraba de hablar, pero a mi padre no le importaba.
Mi padre dirigió nuestro hogar con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sentía obligado para honrarlas.
Las blasfemias, las malas palabras, por ejemplo, no se permitían en nuestra casa, ni por parte de nosotros, ni de nuestros amigos o de cualquiera que nos visitase.
Sin embargo, nuestro visitante de largo plazo, lograba sin problemas usar su lenguaje inapropiado.
Papá nunca nos dio permiso para beber alcohol. Pero el extraño nos animó a intentarlo y a hacerlo regularmente. Hizo que los cigarrillos parecieran frescos, inofensivos y distinguidos. Hablaba libremente sobre sexo. Sus comentarios eran a veces sugestivos y generalmente vergonzosos.
Han pasado más de cincuenta años desde que el extraño se mudó con nuestra familia.
¿Su nombre? Nosotros lo llamamos televisor...
Nota: Se requiere que esta nota sea leída en cada hogar.

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