domingo, 4 de septiembre de 2011

Las temidas crisis de pánico

Atención.

Cómo reaccionar

REVISTA CONSUMER

La sensación de angustia es muy similar al estado que domina al individuo con miedo.

En ambos casos, además de la sensación subjetiva y psicológica de temor y amenaza, existen una serie de síntomas corporales y respuestas del organismo. Sin embargo, existen matices que permiten diferenciarlos.

Mientras que el miedo se acompaña siempre de algo concreto a lo que se teme, la angustia aparece como un sentimiento aparentemente inmotivado y en la mayoría de las ocasiones independiente de las circunstancias objetivas externas; no se puede reconocer el objeto.

Como su nombre lo indica, las crisis de pánico provocan temor y ansiedad excesivos en los pacientes. Se trata de una enfermedad que no es mortal y que tiene la posibilidad de un excelente tratamiento si se diagnostica de manera precoz.

Las crisis de pánico afectan más a mujeres que a hombres y a personas que tienen entre 16 y 25 años.

A pesar de presentar características comunes en los individuos, existen diferencias en las crisis de cada uno. Por ejemplo, para unas personas son más evidentes los síntomas relacionados con el corazón, otras presentan dificultades de tipo respiratorio. El número de síntomas también es variable, lo mismo que la frecuencia.

Falta de control.

¿Me moriré?

Los síntomas físicos de una persona con crisis de pánico son: sensación de que no puede respirar (ahogo); atoro, presión del pecho, palpitación (taquicardia), temblores, sudoración de manos y cuerpo, cambios bruscos de temperatura en las extremidades y la cara, cambios en la percepción de la sensibilidad, molestias gastrointestinales, náuseas y mareos.

A todo lo anterior se suma que la persona acusa una sensación de muerte inminente y el convencimiento de que pierde el control de la situación. La persona piensa que está sufriendo un ataque de algo grave.

Síntomas de una crisis de pánico:

• Palpitaciones rápidas o violentas.

• Dolores de pecho.

• Vértigo, mareo, náusea.

• Dificultad para respirar.

• Cosquilleo o entumecimiento en las manos.

• Sofoco o escalofrío.

• Sensación de estar soñando o deformación de la percepción.

• Terror, sentir que algo horrible va a pasar y que no se puede evitar.

• Miedo de perder el control y hacer algo que dé vergüenza.

• Miedo de morir.

¿Qué hacer?

Brindar apoyo

Aunque el susto para la persona que la vive y para quien está con ella, es grande, no constituye riesgo para la salud, ni en el momento que se experimenta ni en el futuro.

Si presencia una crisis de pánico, lo más recomendable es acompañar a la persona, abrazarla con cariño y hablarle con una voz tranquilizadora.

Dejarle claro que no va a pasar nada como consecuencia de la crisis; que esta situación no va a comprometer su integridad, no va morir.

Lo normal es que una crisis de este tipo dure entre tres y cinco minutos luego de los cuales el paciente queda con un gran agotamiento físico y emocionalmente muy frágil.

Es importante tratar de que no se relaje tomando café o alcohol, o fumando cigarrillos, porque pueden empeorar la crisis.

Si es primera vez que la persona se ve afectada, lo más probable es que quiera acudir a un servicio de urgencia ya que queda muy asustada.

Como el afectado teme experimentar una nueva crisis, es común que en los primeros días necesite compañía y no se atreva a hacer cosas habituales. Debe consultar con un especialista para comprender que existe un tratamiento.

Testimonio.

“No tengo miedo”

“Desperté de golpe y me senté a la orilla de la cama. Intenté respirar más lentamente, pero el aire se quedaba trancado a la altura de mi pecho; en pocos segundos, una mezcla de síntomas aparecía en mi cuerpo y la sensación de pérdida de control se apoderaba de mi mente”.

“Los latidos de mi corazón se aceleraron tanto, que sentía que cualquier rato explotaría. Me paré rápidamente para ir a buscar un vaso de agua a la cocina y así tranquilizarme; pero cada paso que daba se tornaba un gran esfuerzo. Mis manos y pies estaban adormecidos y mi boca estaba seca”.

“Agarrándome de las paredes llegué hasta el teléfono y marqué el número de mi hermana. “Háblame, necesito tranquilizarme”, le dije con voz temblorosa. Poco a poco, la taquicardia fue disminuyendo y la respiración se normalizó”. “Habían pasado pocos minutos desde que desperté, pero para mi duró una eternidad. Esa fue la primera vez que tuve un ataque de pánico, no fue el último, aunque cada vez es menos frecuente, pero ya no tengo miedo”.

“Después de buscar ayuda y encontrar información sobre este tipo de crisis, aprendí a racionalizar la situación y a mejorar la respiración durante el episodio de pánico. Si tu sufres un ataque no te desesperes, no te morirás, respira lentamente... todo volverá a la normalidad”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario