Nuestro grado de autoestima está claramente determinado por los "mensajes" que recibimos de otras personas. Si, por ejemplo, a alguien se le acostumbra desde la infancia a escuchar que es inteligente, tenderá a creer que realmente lo es, mientras que si se le hace saber que es estúpido, también creerá que cuenta con una serie de limitaciones en el terreno intelectual.
Sin embargo, no todos los mensajes que otras personas nos envían tienen razón de ser. En realidad, es probable que algunos de ellos sean falsos. Ahora es el momento de mirar con atención al pasado y de determinar quienes nos enviaron cometarios y cuáles fueron exactamente sus palabras.
No se trata de rendir cuentas al través de los años, si no de juzgar de forma objetiva los "mensajes" recibidos". Quizás algunas de las personas fueron duras con nosotros simplemente con el fin de hacernos prosperar, y que merezcan todo nuestro respeto y cariño, pero quizás exista alguien que haya efectuado comentarios mal intencionados con la única intención de hacernos daño. En este caso, somos libres de no sentir ninguna estima, ni siquiera simpatía por ellos. Aunque pueda parecer curioso, concedernos ese placer puede producirnos un enorme alivio.
Muchas de las personas que hacen "daño psicológico" a otras es porque ellas, en la infancia también fueron víctimas de este maltrato. Evidentemente, este hecho no justifica su comportamiento, pero puede ayudar a comprenderlo.
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