jueves, 21 de abril de 2011

INFANCIA Y AUTOESTIMA.

Durante la niñez, cualquier opinión que proceda de una persona adulta (un profesor, un tutor, el propio padre o cualquiera que tenga algún tipo de autoridad sobre el menor) es incuestionable. A los ojos del niño, un adulto no puede equivocarse, de manera que tendrá que aceptar plenamente lo que le digan. Además de los comentarios de las personas que ejercen una influencia directa sobre el pequeño con caerán en el olvido, sino que quedará grabadas en su mente, influyendo en su comportamiento y marcando su carácter en la edad adulta.
Ahora bien, tampoco conviene exagerar. Nadie queda "marcado" de por vida por el hecho de que de que una vez se le grite o se le acuse de algo, aunque sea injustamente, sino lo que verdaderamente definitorio es la recepción de determinadas frases o comportamientos despectivos. Alguien decía, y no le faltaba razón, algo así como "se que no soy idiota, pero cuando alguien te dice que lo eres cada día durante quince años, acabas por creértelo". Si estas declaraciones las hace una persona madura, resulta fácil imaginar cómo la reiteración de sentencias negativas acaba por dañar la autoestima del niño.

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