miércoles, 9 de febrero de 2011

¿CÓMO PODEMOS RELAJARNOS FÁCILMENTE?

Comenzaremos por sentarnos en una silla en que nos encontremos cómodos, con los ojos cerrados, y una habitación en que podamos llevar a cabo el ejercicio tranquilamente. Tensamos luego los músculos de los pies y después los aflojamos. Seguidamente hacemos lo mismo con las piernas y los muslos.
Es momento ahora de trabajar los brazos. Para ello apretamos los puños y tensamos los músculos de los brazos hasta que se pongan rígidos. A continuación, dejamos que las manos reposen flácidamente sobre el regazo. Nos concentramos después en el dorso del cuerpo, tensando en primer lugar los músculos, y dejando luego que se aflojen y que el cuerpo se vuelva pesado en la silla.
Luego nos centramos en la zona donde suele acumularse más tensión, es decir, en el cuello, los hombros, la mandíbula y la cara. Tensamos los músculos de los hombros y del cuello, apretamos las mandíbulas y fruncimos el ceño con todas nuestra fuerzas. A continuación dejamos que los músculos se relajen, dejamos caer los hombros y aflojamos la mandíbula para que la tensión abandone la frente. Alcanzado este punto, nos centramos en el ritmo de nuestra respiración, asegurándonos que tomamos el aire desde el diafragma.
Volvemos a emplear la imaginación para hacer más profunda la sensación de relajación. Imaginamos que los pies se vuelven cada vez más pesados. Luego, sin dejar de utilizar el poder de la imaginación, notamos que esa pesadez sube lentamente a los tobillos, las piernas, las rodillas y los muslos hasta llegar a las caderas. De igual modo, debemos imaginar que nuestras manos se vuelven cada vez más pesadas y que esa sensación se extiende también a las muñecas, los antebrazos, los codos y la parte superior de los brazos hasta llegar a los hombros.
Nos encontramos en la totalidad del cuerpo, intentando percibir su peso mientras nos relajamos en la silla. La sensación de pesadez va subiendo desde la parte inferior del cuerpo, pasa por la cintura hasta la zona del pecho y asciende hasta los hombros y el cuello. Finalmente, sentimos que la cabeza está cómoda y relajada, la mandíbula está floja y notamos pesadez en los párpados. En ese instante, nuestro cuerpo permanece ya en estado de relajación.

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